Esta semana estaremos explorando el ministerio con adolescentes por medio de un artículo que recientemente escribí para www.nyitoday.org.
¿Qué Hacer con Paquito? (Parte I)
Como pastor de jóvenes, hace varios años, hablaba con un amigo que también era pastor de jóvenes en otra iglesia: ¿Cómo estuvo tu campamento de jóvenes? Le pregunté.
«¡Bien!», exclamó, con una amplia sonrisa en los ojos. De pronto su mirada cambió a desconcierto y dijo, «¡pero no logro entender a estos jóvenes de ahora!».
«¿Cómo? ¿Qué pasó?», le pregunté en voz alta, algo confundido.
Mi amigo sonrió y movió un poco su cabeza. «Bueno, he estado orando por uno de estos muchachos por un poco más de un año. Tiene 13 años y por lo general se la pasa recargado en la pared durante nuestra reunión de jóvenes. Finalmente, en el campamento pensé que el Señor estaba trabajando con él en uno de los servicios y, ¡lo supe cuando él se acercó al altar!. Le di unos cuantos minutos a solas, fui y oré con el. ‘¿Qué es lo que el Señor te está diciendo?’, le pregunté. ‘Nada’, dijo sin expresión en su rostro y señalando a otro joven. ‘Sólo vine aquí porque mi amigo lo hizo'».
Ah, adolescentes. Algunas veces vemos los frutos del Espíritu de maneras maravillosas a través de sus vidas. Pero la mayoría de las veces nos preguntamos si algo de permanencia está teniendo lugar realmente en sus vidas. En todas estas charlas de video juegos y películas, ¿le importa a él, siquiera un poquito, la iglesia? ¿Le importa a ella ser más popular en la escuela que amar a Dios? ¿Entienden ellos lo que les estoy diciendo?
Claro, todos nosotros sabemos que hay usualmente una luz al final del proverbial – y puberal — túnel. Y que la esperanza es lo que nos hace continuar, incluso al enfrentar aquellas pseudo-respuestas a los llamados al altar. Personalmente, mi amor por los adolescentes ha crecido enormemente debido a una fuente sorprendente: El ministerio transcultural.
He sido misionero en Latinoamérica por ocho años. Y ser pastor de jóvenes, especialmente de adolescentes, es algo diferente en Guatemala o Costa Rica o Panamá que en Kansas City. He aprendido especialmente tres cosas importantes de las iglesias locales aquí, relacionadas con esta edad.
1. Con los adolescentes, debemos tener un Compromiso con la Comunidad.
¿Cómo es tu comunidad? ¿Un montón de jóvenes pasando el rato por las noches? ¿Esos mismos jóvenes hablan si quiera el uno al otro acerca de algo espiritual durante la semana?
Muchas veces lo que queremos decir cuando usamos palabras como «comunidad» y «relaciones» tienen que ver más con quedarse a altas horas de la noche con un montón de amigos, que con responsabilidades y apoyo en oración. ¿Y quién espera que los adolescentes se apoyen el uno al otro y oren?! ¡Eso es absurdo!
Ahora, los trasnochadores son parte de nuestra comunidad y la DIVERSIÓN es definitivamente una gran parte de ésta. Pero la iglesia centroamericana me ha enseñado que también los adolescentes pueden adorar verdaderamente. De hecho, en muchos casos están dispuestos – a veces hambrientos- a tener relaciones significativas que remuevan gustos y disgustos pasados. Tengo que ser honesto: muchas veces en el tiempo que llevo en el ministerio de jóvenes he buscado entretenerlos en lugar de alimentarlos. Los dos son probablemente importantes, pero la primera sin la segunda es similar a que el pastor les de leche cuando muchos están más que listos para algo de alimento sólido (Hebreos 5:12-13).
*En las próximas entradas continuaremos hablando de este tema…
Yo entiendo que a estas alturas de la historia, uno de los estandartes en la iglesia tiene que ser este auge de la comunidad. No hay «llaneros solitarios» en la iglesia, ni en la vida; no existe un crecimiento significativo ni un aprendizaje real, a menos que sea a través del sentido de pertenencia…
Lo curioso es que el desafío actual es tan rotundo, que muchos de nuestros adolescentes, prefieren esa «comunidad virtual» que la comunidad real, tangible, palpable…
«Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en este facebook»…
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Gracias por compartir, Scott.
Un abrazo a ti y a esta comunidad de lectoras/es