Pregunta: Normalmente, luego de cuánto tiempo de conocer a una persona usted le comparte el evangelio? — Ranae Thornburg
Respuesta:
El evangelismo es algo que realmente apasiona a mi marido. Él sería la personal más feliz del mundo si su trabajo involucrara nada más que el evangelismo callejero o el encontrar nuevos lugares donde hablarle a la gente acerca de Dios. Él no le teme al acercarse a completos desconocidos para compartir el evangelio con ellos, a veces utilizando herramientas o sino simplemente iniciando conversaciones con ese fin en mente.
Yo, por otro lado, siento mi corazón palpitar y comienzo a sudar al pensar en acercarme a desconocidos para compartir el evangelio. Preferiría hacer cualquier otra cosa en la iglesia antes que hacer evangelismo callejero. Eso me aterra, incluso a pesar de que son una persona que le gusta sociabilizar.
Habiendo dicho esto, cuándo compartir el evangelio depende de la personalidad de cada uno. Ronald, mi esposo, puede hacerlo inmediatamente. Él puede haber “conocido” a una persona por 5 minutos y ya les ha compartido el plan de salvación, recorrido el camino romano y regresado. Él ya tendría su información de contacto y estaría haciendo planes para visitarlos y tener discipulado antes de que yo pudiera armarme de corage para dar el primer paso. A veces, el Espíritu Santo conecta a personas de manera tan obvia que si ignoramos esas oportunidades sería simplemente un acto de desobediencia.
En un contexto occidental, muchos sienten miedo tan sólo al pensar en acercarse a alguien con el único propósito de compartir el evangelio con ellos. No queremos parecer entrometidos, confrontacionales, o incluso ser vistos como fanáticos religiosos. He visto esto en múltiples formas. He visto al joven vestido con accesorios, camisetas, y lenguaje aluyentes a su fe, haciendo barullo y siendo molesto para Cristo. Y también he visto a aquél que es más bien un creyente secreto y pueden pasar años antes de que yo me pudiera dar cuenta de que esta persona tenía una relación con Cristo.
Aquí en Madagascar, sobresalgo como un dedo remachado. Soy blanco móvil para ser detenida por la policía, para que se me acerquen mendigos, e incluso para criminales. La gente sabe que no soy de aquí y muchas veces, cuando se enteran de que no soy francesa (como los colonos originales), me preguntan qué es lo que hago aquí. Una pregunta como ésta me permite compartir por qué es que nos encontramos aquí y el motivo por el que creemos que nuestro trabajo es tan importante para las vidas de la gente de Madagascar.
Idealmente, me gustaría poder establecer una relación con la persona antes de compartir a Cristo con ella, pero también he aprendido que mi vida es tan transiente que esta puede ser mi única oportunidad para compartir con estas personas. También reconozco que suelo usar excusas para no compartir a Cristo con la gente, especialmente cuando estoy con mis hijos, como me es costumbre. Siempre estoy apurada, los niños son impacientes, alguno de ellos hace un berrinche, etc., y ésta es mi excusa para ni siquiera buscar una oportunidad o siquiera demostrar el amor de Cristo a la gente a mi alrededor.
Esto quizás no responda por completo a la pregunta realizada, pero provee un vistazo de lo que nos encontramos aquí. No todas las regiones del mundo son iguales. En algunas de ellas, los misioneros deben actuar en forma más discreta, ya que el evangelio puede ser recibido en forma poco favorable. La mayoría de las sociedades occidentales requieren un nivel de creatividad diferente que en países del tercer mundo y áreas del mundo en desarrollo. La contextualización del proceso de evangelismo es algo que hemos aprendido a realizar aquí en Madagascar.
*Esta entrada fue escrito por Rachelle (Shelly) Miller, misionera en Madagascar. El artículo original fue publicado en Engage Magazine el 24 de septiembre de 2013 y traducido por Ed Brussa.
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