Por: Freivy López
“Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle” (Mateo 27:27-31).
La humillación que un ser humano puede soportar ha quedado atrás ante lo que vivió Jesús. Versículo 26 de este pasaje muestra que ya había soportado un tornado de golpes. ¿Acaso no había humanidad en los corazones de estos soldados? Se convirtieron de hombres a verdugos y de verdugos a bestias furiosas, sedientas de sangre.
Los soldados fueron convocados a presenciar esta escena desgarradora. Jesús estaba desnudo, rodeado de hombres poseídos por la maldad, esperando su turno para calmar su euforia en el lastimado y sangrante cuerpo de un ser inocente. La burla aún seguía; le colocaron una corona y un cetro, y le gritaban fuerte: ¡Rey de los Judíos! mientras escupían su rostro. ¡Qué denigrante! ¡Toda esta humillación y sufrimiento tuvo que soportar Jesús por cargar nuestros pecados!
Recuerdo la primera vez que estaba sentado frente a mi computadora viendo pornografía. El remordimiento creció, ocupando la mayor parte de mis pensamientos y no dormí aquella noche. Al día siguiente, de nuevo estaba ahí sentado viendo lo mismo, y tristemente así transcurrieron cuatro años. La paz había abandonado mi corazón, y la vergüenza había ocupado la mayor parte de mis pensamientos. Me sentía como basura y sin valor alguno. Cuando el pecado está en tu vida te roba todo hasta dejarte desnudo y humillado.
Pero un día, ¡Jesús llegó a mi vida! El pecado me había arrebatado mucho y yo ya no estaba dispuesto a soportar un golpe más. No permitiría sentirme desnudo nuevamente.
Y tú, ¿cuánto más estás dispuesto a soportar? ¿No crees que ya fue suficiente? No sé cuánto te han humillado o cuánto has sufrido, pero quiero decirte: ¡Jesús te ama y puede ayudarte!
Si ya has iniciado a caminar con Jesús y es tu deseo servirle, puedes ser verdaderamente libre. Hay alguien que no está feliz por tu decisión y buscará muchos medios para hacerte retroceder. Satanás utilizará lo que sea para hacerte caer y es en ese momento donde tu fe y confianza en Dios deben resplandecer. La vida cristiana está llena de impedimentos y es importante saber que cada obstáculo que cruzamos nos ayuda a madurar y crecer espiritualmente.
Eres un blanco para los ataques de Satanás, y tu pasado es el medio que más utilizará para hacerte caer. Pero yo he admitido mi pasado y he contado de mi adicción a la pornografía. En lugar de escribir anónimamente, he determinado que todos conocerán mi nombre: soy Freivy López, ex-misionero con Génesis. Y escribo todo esto tan abiertamente para decirte que debes permitir que Dios te purifique, que es tiempo para que aquellas cosas que aún guardas por fin puedas desecharlas. ¡Tú puedes vivir, gozar, cantar, hablar y servir libremente!
Hoy te invito a tomar una decisión. Este es el día para que entregues a Dios todo. No permitas que nada ni nadie detenga el propósito de Dios en tu vida. Toma un tiempo para hablar con alguien y confesar tu lucha o tu pecado. Será difícil, pero mientras lo estés haciendo estarás permitiendo que la santidad de Dios limpie y llene tu corazón. Recuerda, ¡Jesús ha pagado la deuda, ya no hay condena!
*Freivy López es de México y ha servido como misionero en San Pedro Sula, Honduras. Actualmente es Director de Zonas Misionales y Avanzada Misional en Chiapas, México.
Valiente y muy necesario, hermano Freivy. ¡Dios nos purifica de todos nuestros pecados y nos hace nueva criatura; somos santificados en Cristo, para buenas obras! Es un gozo grande conocer tan hermoso testimonio.