Fe y Dolor

Yo recibí hoy un correo de un amigo pastor que vive en Kansas City. Hace tres semanas, justo antes de la Navidad, él sufrió un derrame cerebral que casi le mató. Fue un milagro de Dios que sobrevivió pero todavía tiene un constante dolor de cabeza que sube y baja en intensidad. Los médicos dicen que esto es normal, pero el dolor consistente ha hecho pensar mi amigo sobre muchas cosas. Su respuesta me hizo reflexionar también.

Algunos de ustedes quizás están experimentando dolor como él. Puede ser físico, emocional, lo que sea. Y simplemente confesar que Jesús es nuestro Salvador y Señor No significa que todo dolor se ha eliminado de nuestras vidas. A veces no es fácil luchar con dolor y sufrimiento en nuestras vidas. Usé la palabra «luchar» a propósito. Sí a menudo la vida es una lucha. Muchas veces nos es difícil reírnos y exclamar, «¡Wowie! ¡Qué bueno! ¡Todo está saliendo muy bien!» cuando nada está saliendo bien. Fe no es enyesar una sonrisa falsa en la carita y decir, «Todo es perfecto,» cuando le duele la cabeza como si estuviera la batería en un concierto de Ozzy Ozbourne y sabes muy bien que todo no está bien. Me gusta lo que mi amigo dice. Escucha esto: «Fe a veces es decir, ‘Tengo un gran dolor de cabeza, pero tengo un Dios más grande. Tengo un problema gigante, pero tengo un Dios aún más grande.’ Una cosa lo sé: El Dios que me rescató de la muerte y que sostiene mi vida y que bendice mi vida diariamente con su presencia va a ayudarme durante este día. En él confiaré. En él me regocijaré. Nunca voy a rendirme a la tentación que me niega un Dios fiel y amoroso.»

¡Wow! Pablo tenía un asunto que se llamaba el aguijón en su carne (vean 2 Corintios 12). Tres veces él pidió que Dios lo quitara y tres veces Dios dijo, «¡No!» Muchos eruditos han intentado discernir o adivinar cuál era el aguijón para Pablo. ¿Depresión?, ¿Una infección en sus ojos?, ¿Una mujer? Las adivinanzas son muchas, pero no sabemos definitivamente. Tampoco sabemos porque Dios le contestó, «¡No!» siempre. Pero el punto es esto: como Pablo podemos concluir que la gracia del Señor es todo lo que necesitamos. El punto no es el dolor o el aguijón. El punto es la gracia del Señor. Yo quiero enfocarme en la grandeza de la gracia de Dios mucho más que la grandeza de mis apuros. ¿Están conmigo?

Dios nunca prometió una vida sin dolor, sin clavos, sin problemas, pero sí nos prometió que siempre iba a estar con nosotros. Aunque andemos en la valle de sombra de muerte (¿qué lindo lugar, eh?) no tenemos que temer, porque él está con nosotros (Salmo 23). Entonces mi amigo no temeré. Yo también elijo confiar en Dios. Él está obrando y él tiene un plan. ¿Qué piensan? Proclamemos en voz alta que: «Bastanos su gracia; porque su poder se perfecciona en la debilidad.»

En medio del dolor, durante la tormenta y la prueba, ¡la gracia de Dios es todo lo que necesitamos!