Encarnándose en una cultura

La conversación que hemos tenido en estos días sobre nuestros roles como misioneros y sobre nuestra dual ciudadanía me ha hecho pensar en algo más. Quizás debo aclarar algo. Cuando viajamos a otro país o a otra cultura, no es que nuestra misión es solamente llegar a estar cómodos en ella. Tampoco nuestra misión es solamente buscar formas de compartir el evangelio como si la cultura fuera una rompecabezas que debiéramos «resolver». Yo sé que a veces es así, y debemos disfrutar esta parte complicada de ser misioneros. Sin embargo, tomemos otro paso más. ¿Qué pasa cuando la cultura nueva empieza a encarnarse en nosotros? ¿Qué pasa cuando esta cultura que quizás no entendimos al principio, que quizás en momentos nos enloqueció, llega a ser una parte integral de nosotros?

Cuando dedicamos nuestras vidas a la obra del Señor y nos empapamos en otra cultura, esa cultura empieza a formarnos también. O tal vez podemos decir que Dios comienza a formarnos por medio de la nueva cultura. Aprendemos cosas de ella y nos enamoramos de ella (y más que todo de la gente). Cuando regresamos a nuestro «propio» entorno, no somos iguales. Hemos cambiado y ahora podemos apreciar esa primera cultura pero a la vez ver algunas cosas incongruentes que nunca vimos antes. Amamos las dos culturas, ¡pero nuestro anhelo llega a ser regresar a la nueva cultura! ¿Por qué? Bueno, porque cuando estamos encarnándonos en la cultura como debemos, la cultura debe empezar a permearnos también, encarnándose en nosotros. Además creo que la nueva cultura llega a ser nuestro «hogar» porque estar en el centro de la voluntad de Dios es más satisfactorio que cualquier otro lugar. Si él nos quiere allá, anhelamos estar allá también.

Que el Señor nos enseñe como encarnarnos en otra cultura y como permitir que ella se encarne en nosotros.

2 comentarios sobre “Encarnándose en una cultura

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  1. Soy Emily, la esposa de Scott. Después de leer los comentarios de encarnandose en la cultura, me hizo pensar en nuestro viaje a Argentina. Durante el tiempo que pasé en Argentina, yo estaba extrañando a Guatemala (la gente, la comida, mis amigos). Me di cuenta que Guatemala es MI paiz, no solo un paiz en dónde estoy ministrando. Fue un pensamiento lindo para mi, y quería compartirlo con ustedes. SI – es posible amar a 2 culturas (y me imagino hasta mil culturas, si Dios nos llama allí)

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