¡Ahhhh! ¡No quepo!

Estoy viajando ahora como muchas veces hago, y viajar normalmente significa estar lejos de la familia. Perdón, pero no me gusta esta parte de ser misionero. Algunos ven los viajes como aventuras increíbles, pero para mí, aunque son una bendición, me cuesta estar muy lejos de la familia. Algunos me dicen que debo llevarles a mi esposa y a los niños chiquitos a todos lados, pero ¿entienden el costo que implicaría? Y aun si fuera gratis, ¿han viajado con niños chiquitos que están aprendiendo como ir al baño y no usar el pañal?

Bueno, he pensado mucho en mis niños. Son niños de misioneros. Para ellos su casa, su hogar es Guatemala, y esta Región. Algún día quizás tendrán que salir de este país y van a tener sentimientos encontrados. Quiero que ustedes vean la pequeña historia que incluyo acá como vínculo abajo («El Señor Cabeza Redonda»). Tal vez explica bien lo que nuestros niños misioneros experimentan.

El Señor Cabeza Redonda

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