Cuando estuve en San José, Costa Rica la semana pasada, tuve el gran privilegio de conocer por primera vez al hermano misiólogo Carlos Van Engen, PhD. Yo había leído varios de sus textos en el seminario, y su libro El Pueblo Misionero de Dios, ha influido a muchos misioneros y ministros del evangelio en esta última década. Él nació en México y ahora es Profesor de Misiología (y muchas más materias) en Fuller Theological Seminary en California.
No platicamos mucho, pero su sonrisa y sus palabras de ánimo fueron inspiradoras. Me recordaron de las palabras suyas en el libro anteriormente mencionado. Recalca en una ocasión que la iglesia local en su esencia es un grupo unido de misioneros: “No hay participación en Cristo sin participación en su misión al mundo” (29). Además dice, “solamente cuando congregaciones intencionalmente viven su naturaleza como el pueblo misionero de Dios, comenzará la Iglesia a revelarse y llegar a ser en realidad lo que ya es por fe” (44).
Algunas preguntas entonces:
Si estás participando en Cristo, si te llamas “cristiano”, ¿cómo específicamente y diariamente estás participando en su misión al mundo?
¿Ser pueblo misionero de Dios significa intentar llegar a ser algo más o tiene que ver más con reconocer quienes ya somos?
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