¿Qué Hacer con Paquito? (Parte III)

*Hoy concluimos nuestra mirada al ministerio entre adolescentes.  Para las dos partes anteriores del artículo completo, por favor lee las entradas previamente publicadas acá durante esta semana.

¿Qué Hacer con Paquito? (Parte III)

3. Ministrar a los adolescentes requiere de un compromiso al ministerio cristiano.

En Latinoamérica, muy pocas iglesias tiene un pastor asalariado de tiempo completo, por no hablar de un pastor de jóvenes de cualquier tipo. Y más de los dos tercios de la población mexicana y centroamericana son menores de treinta. Imagina, ¡qué tipo de iglesia local esto crea!

En la mayoría de las iglesias en las que he sido parte en los últimos ocho años, ha habido un buen número de adolescentes enseñando en la Escuela Dominical, sirviendo como ujieres dando la bienvenida a las personas que entran a la iglesia, tocando o cantando en el grupo de alabanza, etc.  En varias congregaciones, ¡me he asombrado de ver a jóvenes de doce o trece años a los que les permiten predicar! Pero es excelente, ¿no? ¿Por qué es este el caso? Si vives en un vecindario donde hay niños y adolescentes, es mejor que tu iglesia se llene de jóvenes y niños y en tus equipos ministeriales deben haber niños y adolescentes.

Este fenómeno no sólo está limitado a las paredes de la iglesia.  Nuestro ministerio actual en México y Centroamérica busca entrenar misioneros de esta región para plantar iglesias y evangelizar. Parte de eso es proveerles de oportunidades para ser voluntarios en un corto tiempo donde puedan probar su llamado.  ¿Entonces qué pasa cuando los adolescentes – aún cuando las políticas dicen que ellos no pueden ser misioneros voluntarios debido al seguro u otros problemas importantes – deciden que quieren plantar iglesias como parte de uno de esos equipos? Elisa (doce años) y otros adolescentes me han enseñado mucho acerca de su misión y pasión al tocar puertas y dormir en pisos en las colinas de las colonias rurales en México.

De alguna manera estoy un poco apenado a pensar en retrospectiva en mis días como pastor de jóvenes, cuando permitimos a los adolescentes tener su culto juvenil , donde ellos guiaron el «gran servicio» entre los adultos.  En realidad es una gran idea, por supuesto, y es una fantástica manera para capacitarles en el ministerio. Pero, ¿quién dijo que los adolescentes deben ser relegados a dirigir el culto sólo una noche al mes? ¿Qué dice esto cuando tenemos ministerios enteros para y por ellos, y ni siquiera les permitimos ministrar con nosotros en el día a día de la vida de la iglesia?

Como vieron, el nombre de este artículo es «¿Qué Hacer con Paquito?»  Si Paquito tiene trece años y constantemente actúa como si se hubiera tomado diez latas de Mountain Dew (un refresco americano, lleno de cafeína y azúcar), la pregunta es un dilema. Pero quizá la respuesta pueda ser hallada en un profundo compromiso con la comunidad, carácter, consistencia y ministerio cristiano.

Mientras termino este artículo, tengo que aclarar que mi intención aquí no ha sido criticar a nadie. Reflexionando en mi ministerio por más de quince años, he tenido que criticarme a mí mismo por mis propias deficiencias y errores.  Ministrar a adolescentes es una aventura que requiere muchos hombres y mujeres llamados por Dios y que sean apasionados por amar y discipular a este grupo.  Me quito el sombrero ante todos ustedes y considero un privilegio ministrar con ustedes y con ellos.

2 comentarios sobre “¿Qué Hacer con Paquito? (Parte III)

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  1. Me gusta la pregunta de Abdiel ¿estamos invirtiendo suficiente en nuestros adolescentes? de por si nuestras iglesias estan llenas de ellos (soy del distrito central de Guatemala) pero realmente, ¿estamos de invirtiendo tiempo, energia, creatividad y demás en ellos? Probablemente no lo he hecho.
    Gracias por la confrontacion, me anima a esforzarme más y buscar lo mejor para ministrarlos y ministrar junto con ellos, porque cada vez más ellos estan capacitados para eso.

  2. Más que criticarnos, es ser críticos sobre nuestro papel y el de la iglesia en el ministerio entre los adolescentes. Específicamente, debemos comenzar por preguntarnos: «Les estamos brindando programas por y para ellos?» «Estamos invirtiendo suficiente en nuestros adolescentes?» Ojalá que Dios siga abriendo nuestro entendimiento para ver el potencial de todos los adolescentes y jóvenes, y nos llame a ministrarles con amor perfecto. Seguro que Él nos tiene muchas sorpresas a través de estos hermanitos!

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