«No Temas, Sino Habla y No Calles…»

*Proyecto Pablo es un movimiento de plantación de iglesias y entrenamiento de misioneros que inició hace siete años en el Sur de México.  Ahora el ministerio se ha esparcido a otros países y culturas, pero en estas semanas estaremos escuchando varios testimonios de los participantes de este último Proyecto Pablo, en el Distrito Golfo de México.

Que el Señor les bendiga, mi nombre es Rocío Yazmín Guevara Flores, pertenezco a la 4ta Iglesia del Nazareno de la ciudad de Xalapa, Veracruz, Distrito Golfo de México.  Agradezco a Dios la oportunidad que me dio de poder asistir al Proyecto Pablo realizado en la comunidad del “El Contento”.  Ahora estoy 100% segura que no fue una casualidad el hecho de estar aquí, sino que fue la voluntad de Dios.

Durante las tres semanas que participé en Proyecto Pablo, Dios habló a mi vida en una forma muy especial. Recordando los días anteriores a este proyecto y la primera semana (la de capacitación) sentía un miedo enorme al saber que tendría que evangelizar y hablar de la Palabra de Dios cuando solo lo había realizado una vez en toda mi vida, y no me fue muy bien.  Mi pregunta era ¿Realmente debo de estar aquí?

De manera personal no me sentía preparada para dar ese paso tan grande y no quería aceptar la responsabilidad que eso incluía.  Mi mayor miedo se refería a que “aun no tenía el conocimiento necesario y no sabría que responder a las preguntas que las personas inconversas podrían hacerme”.  Gracias a Dios durante esa primera semana de capacitación Dios habló claramente a mi vida mediante los talleres, los devocionales y las pláticas con mis hermanos del proyecto.  La primera cita en la cual Dios me habló fue la siguiente: “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hechos 18:9-10).  Así que con esa seguridad que Dios me dio y con la ayuda de las oraciones ese temor se alejó de mí.

Llegó el día de la Máxima Misión donde era el momento de comenzar a ejecutar la lección aprendida.  Ese miedo regresó a mi pero a diferencia de la vez anterior ahora estaba confiando en esa promesa que Dios me hizo.  Me nombraron encargada de evangelismo y por tal motivo tenía que poner el ejemplo para los adolescentes que me acompañaban.  ¡Así que me encomendé al Señor y manos a la obra!  Gracias a Dios las palabras fluían de mi boca y sé que era Dios el que estaba hablando a través de mí.  Resulté muy bendecida de ver la respuesta de la gente.  Fue algo inexplicable lo que sentí al saber que esas personas ahora habían sido salvadas.