Contenta en El Contento

*Proyecto Pablo es un movimiento de plantación de iglesias y entrenamiento de misioneros que inició hace siete años en el Sur de México.  Ahora el ministerio se ha esparcido a otros países y culturas, pero en estas semanas estamos escuchando varios testimonios de los participantes del Proyecto Pablo recién llevado a cabo en El Contento, Distrito Golfo de México.  Esta entrada es un testimonio de Ana Laura Vázquez.

¿Cómo plasmar resumidamente veintiún días de lecciones?

A grandes rasgos: ¡Dios es!…

Antes y durante mi participación en Proyecto Pablo, me enfrenté a diversas situaciones que me  hicieron dudar del propósito de Dios y tuve miedo de lo que podría pasar.  El afán que tenía no me permitió disfrutar de algunos días.  Grité, lloré, y discutí a solas con Dios, preguntando constantemente y día tras día: ¿Qué hacía y por qué yo?

En lo personal fueron días intensos, duros y cansados.  Cuando abría mis ojos oraba al Señor  pidiendo por paz y amor, y en silencio me quedaba esperando una respuesta.  Yo sentía que Dios no hablaba a mi vida, hasta que un día Dios en su infinita bondad, misericordia, paciencia y de alguno que otro jalón de orejas, me hizo comprender que no era casualidad que estuviera ahí, sino era su indiscutible voluntad.  Ese día cansada y con temor aún, me rendí de luchar conmigo y entregué la carga a Dios, a partir de ahí comenzó el verdadero reto.

Después de una considerable estadía en la comunidad “El Contento”, mi primera lección se presentó enseguida.  Consistía en la Gran Comisión.  Me di cuenta de la magnitud que conlleva cumplirla.  Leerla en la Biblia resulta fácil, sin embargo al afrontarme a la realidad pude descubrir el verdadero compromiso.  No solo es ir, visitar, evangelizar y bautizar.  Si lo pensamos un poco, suena algo lineal y hasta frío, pero me di cuenta que las lecciones eran importantes, pero lo primordial era convivir con las personas.  Al inicio de mis discipulados me enfoqué tanto en dar la lección e irme, que no fui capaz de darme cuenta enseguida de la necesidad que tenían las personas.  Ellas necesitaban de Dios, sin embargo también deseaban que alguien las escuchara; me bendijo mucho la vida de Gladys, una de las personas que visitábamos, ya que sin conocer mucho del evangelio, ella hermoseaba en su rostro paz y amor.

Día con día fui testigo del gran amor que Dios tiene para conmigo.  Vivir una experiencia como esta no tiene precio ni discusión, cada una de las áreas que el Señor trabajó en mi vida durante estos cortos días, fueron suficientes para darme entender que aún me falta mucho por aprender.

Su hermana en Cristo,  Ana Laura Vázquez Ramírez.