Durante las siguientes dos semanas estaré compartiendo algunas reflexiones sobre el libro Blue Like Jazz, escrito por Donald Miller. Como con Anne Lamott en su libro Grace (Eventually), Miller escribe con una honestidad refrescante y su vulnerabilidad nos reta a reconocer nuestras debilidades y necesidad de Dios. Empecemos hoy uniéndonos a él y su peregrinaje espiritual. Temprano en su libro él habla sobre su niñez y su lucha con la idea de un Dios Padre, especialmente porque seguirle a Él sólo significaba un rito o costumbre:
“Creo que el mejor truco del diablo no es meternos en algún tipo de maldad grave, más bien mantenernos desgastando el tiempo. Por esto es que el diablo trata tanto de motivar a los cristianos que sean religiosos. Si él puede hundir la mente de un hombre en un hábito, evitará que su corazón se dedique a Dios. Yo vivía una vida de puro hábito. Crecí en la iglesia, así que me acostumbré a escuchar acerca de Dios. Él era como mi tío Harry o la tía Sally exceptuando que no teníamos fotos” (13).
“En mi niñez Dios nunca mandó regalos. Teníamos una casa fea y un carro feo y yo tuve granos. Viendo hacia atrás, supongo que Dios mandaba atardeceres, bosques y flores, pero ¿qué es eso para un niño?” (14).
Gradualmente este Dios lejano llegó a ser dictador o jefe desconocido para Miller:
“Si no amas a alguien, te es molesto cuando te dice qué hacer o qué sentir. Cuando lo amas, tomas placer de su placer, y es fácil servir. Yo no amaba a Dios porque no conocía a Dios” (14).
Avanzando en el libro uno ve como universitario Donald Miller empezó a buscarle a Dios y sintió una necesidad palpable–emocional, espiritual, y aún a veces física–de conocerle más. Cuando todos estaban exigiendo que él hiciera una decisión puramente cognitiva para seguirle a Dios, él describe su conversión de otra manera:
“Me di cuenta que creer en Dios tiene que ver tanto con enamorarse como con tomar una decisión. Amor es algo que te ocurre y también algo que decides” (104).
En las siguientes entradas estaremos escuchando de Miller y su historia. Espero que nos pueda hablar en nuestros contextos y ayudarnos en nuestro ministerio también.
La obra está en español, y se tradujo simplemente: «Como el jazz»
-y yo la leí sólo porque soy melómano del jazz.
Dijo Erich Fromm en «El arte de amar»:
‘Cuanto más grande es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es su amor por ella’…
Esto aplica para las personas.
Esto también aplica en nuestra relación con Dios: cuanto más le conocemos, más le amamos… y cuando amas a alguien, lo que quieres es agradarle.
Gracias por compartir esto, Óscar!
~Un abrazo
Ah, no sabía que este libro ya se había traducido al español. Gracias por la info y la reflexión. Dios te bendiga, Yeri.
Pensaba en esto de como amar a Dios si no le conoces… y es cierto, jamas conoceremos del todo a Dios, porke nuestra mente no llegara a comprender toda su gloria en el corto tiempo ke tenemos de vida, pero que cierto es eso de que el amor es una decision, en cualkier forma de amor lo es asi y es aun mas dificil decidir amar algo ke no ves fisicamente, yo comprobe que es una desicion porke aun en momentos de prueba y de desierto, y aun cuando no le sentia cerca y no le veia, mi corazon decidia seguir amandole, cmo decia Job «aunque el me matare, en el esperare»… Esa es la fe… no necesitar pruebas fisicas y palpables para creer, es solo creer aun cuando todo parezca oscuro o sin sentido… aprendi algo que me ayudo mucho en un curso sobre el libro de lamentaciones… aveces creemos que Dios viene en nuestro axilio al amanecer, no mientras esta lo mas oscurdo de la noche, cuando todo parece no encontrarse, cuando esta el frio y la oscuridad, la soledad, el silencio… creemos que Dios no esta ahi en ese momento y decimos «Señor, porke llegas cuando ya paso todo ese tiempo? porke llegas siempre al amanecer y no en la noche??»… y es cuando Dios dice «Si yo no estuviera… ni siquiera amaneceria…» No siempre le vemos, pero eso no quiere decir que no este presente… Tal vez hay que poner mas atencion…
Buena reflexión, Vane. Mi esposa y yo hemos estado pensando mucho durante estos meses en el llamado de Abram en Génesis 12. ¿Cómo es que él salió de su tierra, parentela, y cultura sin saber a dónde iba? Creemos que la respuesta está en el hecho de que él tenía una relación con Jehová. Le conoció y en él confió. Y es así con cualquier de nosotros, ¿no? Entre más nos acercamos a Dios y le conocemos, más nos parece lo normal obedecerle y seguirle. Tenemos toda la seguridad en nuestro Papá aun cuando nos lleva a los lugares desconocidos durante noches oscuros.
Fue un gusto conocerte en el COM y estaremos en contacto. Que amemos y conozcamos a Dios y que por tanto le sigamos también…