
*La siguiente entrada es escrita por Heejung Eom, originario de Corea del Sur y los Estados Unidos, quién sirvió en Jóvenes en Misión en junio y julio de este año pasado.
Era la segunda semana de Proyecto Pablo, y estaba en Quatode (Oaxaca) con Alberto, Josué y Claudia. Teníamos la misma rutina cada día: desayuno, devocional, evangelismo y discipulado para nuevos convertidos, comida, ministerio con los niños, y por último visitación. Cada día era difícil para mí, especialmente cuando Alberto y yo íbamos a evangelizar y discipular a otros. Quatode era muy caluroso todas las mañanas, teníamos que subir algunas montañas para visitar casas. Además Alberto evangelizaba y discipulaba gente, y yo me quedaba detrás haciendo nada porque no podía comunicarme. No entendía por qué Dios me había llevado ahí. Cada día le hacía a Dios las mismas tres preguntas. Estaba llena de molestia y quejas porque no entendía por qué estaba yo ahí si no hacía nada.

Un día mientras Alberto y yo caminábamos en silencio, Dios me enseñó a los Israelitas y cómo ellos se estaban quejando durante los cuarenta años. Dios les proveyó todo lo que pedían y a pesar de eso ya se estaban quejando de que Dios los sacara de Egipto. Ellos no confiaron plenamente en Él. Siempre he pensado que los Israelitas fueron tontos porque creo que no les hubiera tomado cuarenta años salir de Egipto si tan sólo hubieran confiado en Dios. Y en ese momento, ¡me di cuenta que estaba siendo como los tontos Israelitas! Estaba tan avergonzada con Dios y conmigo misma. Dios me estaba diciendo que tenía que dejar de quejarme y empezar a confiar en Él. Quería hacer más para Dios y ser usada por Él, pero Dios quería que dejara todo y solamente confiara en Él. Todos estos años, había estado “trabajando” para Dios, y no dejé que Dios trabajara a través de mi o conmigo. Estaba pidiendo su ayuda para hacer su trabajo como si fuera mi trabajo. Estaba dejando atrás a Dios mientras yo estaba liderando. Era tiempo para mí de hacerme a un lado y dejar que Dios liderara. Me di cuenta que Dios quería que hiciera su trabajo, pero primero tenía que confiar en Él.
“Confiar en Dios” es una simple frase que a menudo damos por hecho. Dios me llevó a México para ayudarme a poner esa simple frase en práctica. Estoy muy agradecida por cada situación que tuve que pasar antes de darme cuenta de todo esto. ¡Qué gran regalo me ha concedido Dios! Después de Jóvenes en Misión, tengo esta libertad en mi corazón, no tengo que llevar más ninguna carga conmigo porque sé con mi mente y corazón que soy hija de Dios y confío en que Él se hará cargo de todo. La seguridad y paz que tengo ahora en mi vida no habrían podido suceder sin la presencia de Dios en México. Dios me llevó a México para hacer su trabajo, pero sobre todo para darme cuenta de que sin confiar plenamente en Él, no puedo hacer nada.
Amén! Dios, haznos humildes y enséñanos a depender de Ti. Tu palabra dice que «Separados de Ti nada podremos hacer» (Jn. 15.5). Cuánto te necesitamos! Cuánto te necesito!
que hermoso testimonio!! es hermoso lo que Dios puede enseñarnos!! hay cosas que aparentemente sabemos pero que no practicamos!! Dios esta en control 🙂