Como muchos de ustedes saben, esta semana estoy en Bangkok, Tailandia donde tengo el privilegio de estar con líderes jóvenes (y líderes de jóvenes) de más de 40 países. La conferencia se llama Tercera Ola y se ha llevado a cabo dos veces antes, en Quito, Ecuador y en Johannesburgo, Sudáfrica. Mi intención es actualizar este blog varias veces durante mi tiempo acá, pero estamos muy ocupados también, entonces quizás hablaré más al regresar a Panamá. Sin embargo, quiero compartir una historia de este país que nos podrá enseñar sobre comunidad, cooperación, y…¡pues, luz!
En muchos de nuestros países las luciérnagas nos fascinan con sus lucecitas durante las noches frescas de nuestros veranos. Pero en ciertos lugares lejanos, como acá en las selvas de Tailandia, las luciérnagas hacen algo aun más intrigante. No muestran sus luces al azar como nos acostumbra ver; enciendan y apagan sus lucecitas a la misma vez, es decir, simultáneamente.
Nadie del Occidente había visto este fenómeno antes del año 1965, aunque existían leyendas entre los pueblos tailandeses de esa parte de Asia. En ese año, una pareja de científicos, John y Elizabeth Buck, exploraron en una lancha y descubrieron que todos los miles de luciérnagas – casi como árboles de Navidad – brillaban y se apagaban JUNTAS. Imagina eso: en algún momento todo el río y la selva era oscuro – de hecho, el matrimonio no podía ver nada por la oscuridad. ¡Y cada dos segundos toda la selva brillaba, por medio-segundo, iluminando todo como si fuera mediodía!
Los Buck decidieron capturar cientos de esas luciérnagas y las llevaron a su hotel. Esa noche las soltaron en el cuarto y por algunos momentos no se encendían simultáneamente. Sin embargo, de repente John se dio cuenta de que, después de uno o dos minutos, dos o tres de los insectos empezaron a volar juntos y brillar también a la vez. En poco tiempo tres llegaron a ser cinco, y cinco diez, hasta que toda la multitud de luciérnagas estaba encendiendo sus luces en sintonía.
Este relato me hace pensar en la Iglesia y el Año 2012 que ya ha llegado. Tristemente todos hemos visto donde cada individuo del Cuerpo quiere brillar a su manera cuándo y cómo lo desea hacer. Una luz por allá, otra por acá un segundo después. Con los muchos talentos y luces que Dios nos ha concedido, aun así se ve lindo a veces.
Pero una luciérnaga no posee mucha potencia en sí misma, ¿cierto? Si buscamos unirnos a nuestros hermanos y compañeros, y si buscamos sincronizar nuestro trabajo, este año 2012 será un año donde de verdad el mundo notará una luz especial brillando en nosotros como Iglesia y región.
«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Cor. 4:6).
Muy cierto!!! Trabajemos en unidad y cooperación! Gracias por compartir Scott. Dios te bendice!
¡Qué hermosa reflexión? Oro para que podamos tener esa capacidad de brillar juntos y mostrar al mundo que Cristo vive, que como dice el profeta, que el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz, nosotros podamos brillar en este mundo con la luz del Señor Jesús encendido en nuestros corazones. Que tenga una buena estancia en Tailandia hermano Scott!!