«¡Teme a Dios! ¡Trabaja Duro!»

David Livingstone
David Livingstone (Photo credit: Wikipedia)

De nuevo Dra. Erika Ríos continúa nuestro recorrido por las biografías de algunos grandes líderes de la fe, esta vez escribiendo de David Livingstone.

“¡Teme a Dios!” y “¡Trabaja duro!”

Esas fueron unas de las últimas palabras de David Livingstone, uno de los héroes de las misiones, cuya vida impactó profundamente la historia de la iglesia cristiana, en otros grandes siervos, y en mi propia vida.

Este fue un hombre de Dios que vino no solo a traer importantes avances en el campo misionero, especialmente África, sino que sus hallazgos geográficos y exploraciones fueron grandes aportaciones en el siglo 18.

Livingstone nació en Escocia.  Aunque de piel blanca, su corazón fue hasta el final, africano. Aunque fue China el primer lugar al que Livingstone quería ir, la guerra del opio se lo impidió – y detrás de todo eso la voluntad perfecta de Dios. En su plan estaba darle una esposa. El Dr. Roberto Moffat, misionero en Sudáfrica, compartió acerca de una extensa tierra en el norte donde no misionero había puesto pie.

El corazón de Livingstone empezó a latir fuerte, y más fuerte. ¿Sería posible que Dios abriera puertas para él ahí?, ¿aun pese a insuficientes recursos e increíble oposición?

Él fue solo, pero volvió unos años después con toda la pompa y honores, reconocido por catedráticos del país, líderes religiosos sino hasta los mismos reyes de Inglaterra. El era un héroe.

La pompa no le turbó en lo más mínimo. Sabía dónde estaba su tesoro, y estaba determinado a continuar hasta el final. ¡Nadie era más férreo de voluntad que este aventurero! Además de Biblia, había estudiado medicina, geología, y todo lo que pudiera serle útil en el campo.

Los últimos capítulos en la vida de Livingstone no están llenos de pompa y honores, sino soledad y tristeza, marcado por perdidas de personas amadas como su esposa, su padre, su hijo. David Livingstone estaba literalmente abandonado por todos. Perdido en la densidad de la jungla Africana, pero nada le haría detenerse hasta que Su Señor hiciera parar su corazón.

Eso ocurrió a sus 60 años, cuando su corazón y su cuerpo no le respondieron más. Ese día un nativo intentaba hacerle una pequeña cabaña para que descansara su maestro.

Llovía a torrentes. Lo pusieron en un catre para que durmiera y pasara la noche.

El rostro de uno de los hombres de voluntad de oro, atrevidos y apasionados por Dios reflejaba una profunda paz, a pesar del cansancio y soledad. A las 4am gritos de alarma reflejaron la verdad. Todos encontraron a Livingstone en posición de oración. Así había fallecido…Orando a Su Señor.

¡Qué historia tan profunda!

Necesitamos recobrar la pasión de hombres como Livingstone, imitar su ejemplo incansable de despojarse de todo por el Maestro. Nada y nadie nos debe estorbar para cumplir su llamado. El honrará la perseverancia (no la TESTARUDEZ).

Que un día se nos diga en el cielo, como seguramente fue dicho de Livingstone:

– Bien, buen siervo fiel. Has terminado tu carrera con éxito. Ahora mira atrás, y ve a los cientos o miles de personas que has tocado con tu fidelidad y ¡por no rendirte!

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