El Llamado y las Riquezas

Por: José Samuel Mérida

En nuestra sociedad moderna, donde el éxito muchas veces se mide por el tamaño de una cuenta bancaria, es fácil caer en la trampa de pensar que cualquier vocación debe traer consigo riqueza material. Sin embargo, hay una vocación especial que va en contra de esta corriente: el ministerio. Servir al Señor en la iglesia no es, ni debe ser, una vía para acumular bienes materiales, sino un llamado a dedicarse al servicio de Dios y de los demás.

Jesús fue claro en este tema cuando dijo: “Nadie puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). El ministerio no es un trabajo como cualquier otro. Es una misión sagrada, donde lo más importante es llevar el evangelio de amor y salvación a las personas, no ganar más dinero.

Un ejemplo poderoso lo encontramos en el apóstol Pablo. Pablo trabajó haciendo tiendas para sostenerse mientras predicaba (Hechos 18:3). No lo hizo porque la predicación no fuera suficiente, sino porque no quería ser una carga económica para las iglesias. “Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males”, escribió él mismo a Timoteo (1 Timoteo 6:10). Pablo entendió que la avaricia podía corromper el corazón de un líder espiritual, y prefirió vivir con sencillez para mantenerse fiel al llamado de Cristo.

Este mismo principio de humildad y sencillez está profundamente arraigado en la tradición de la Iglesia del Nazareno. Los ministros nazarenos están llamados a seguir el ejemplo de Cristo, sirviendo con integridad y dedicación. Como iglesia, creemos que el servicio pastoral no debe buscar riquezas, sino guiar a las personas hacia una vida transformada por el poder de Dios. «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir» (Mateo 20:28), es una verdad central de la misión nazarena.  

Esto no quiere decir que el ministerio no deba ser valorado o que los pastores no merezcan recibir sustento. De hecho, la Biblia enseña que “el obrero es digno de su salario” (1 Timoteo 5:18). Pero hay una gran diferencia entre recibir un salario justo por el trabajo que uno hace y usar el ministerio como una plataforma para enriquecerse.

La satisfacción del ministerio no viene de una cuenta abultada, sino de ver vidas transformadas por el poder del evangelio. El ministerio está lleno de desafíos, pero también de bendiciones inmensas, que no pueden ser medidas con dinero. Ver a alguien encontrar esperanza en Cristo, consolar al que está roto de corazón, y acompañar a las almas en su caminar espiritual es un privilegio incomparable.

Si sientes el llamado de Dios al ministerio, que sea con un corazón dispuesto a servir, no a acumular. El ministerio es para aquellos que, como Pablo, pueden decir: “Todo lo he considerado pérdida por amor a Cristo” (Filipenses 3:8). Si lo que buscas es riqueza, el mundo ofrece muchas maneras legítimas de obtenerla. Pero si Dios te llama al ministerio, recuerda que se trata de rendir.

El verdadero tesoro que ganamos en el servicio a Dios no se ve en esta vida, sino en la eternidad. Como dijo Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-20). Que esa sea nuestra meta. ¡A servir con humildad y amor, sabiendo que nuestra recompensa está en el Señor!

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑