(Por Carlos Monterroso, Asistente en Misión Mundial MAC)
En algunas ocasiones he tenido el privilegio de compartir talleres o prédicas en diversos lugares. Al inicio pensé que para ser un buenísimo orador debería lograr tener la atención de toda la multitud que participara en cada taller. Un día en una Máxima Misión compartí un taller sobre misioneros voluntarios. Di mi máximo empeño, utilicé todos los recursos posibles, hasta me disfracé como un personaje bíblico para llamar la atención puesto que el taller fue después de un arduo día de trabajo.
Durante el desarrollo de este taller me di cuenta que mucha gente se estaba durmiendo. Fue buena ocasión para que el enemigo atacara y me dijera que yo estaba haciendo las cosas mal. El miedo al fracaso de impactar a este grupo me frustró a tal manera de terminar el taller lo más pronto posible, salí corriendo de ahí y lloré fuera del salón.
Mi esposa y mis amigos llegaron, oraron por mí, y me alentaron a ver los resultados. Al terminar la actividad 5 jóvenes de 150 participantes que había en ese salón se acercaron a mí para pedir más información del proyecto. Estos 5 jóvenes participaron tiempo después en el proyecto de Jóvenes en Misión y dieron fruto; Dios habló a ellos en ese proyecto y confirmó sus llamados.
Dios no tenía un mensaje ese día para 150 jóvenes pero sí quería tratar con 5 chicos que estaban dispuestos a servir en otra área cultural diversa a la propia. Entiendo ahora que en ocasiones Dios tiene mensajes para todos, pero que también tiene mensajes específicos para algunas personas específicas y que si dejamos que el Señor nos guíe ese mensaje llegará a los corazones indicados aun cuando sea uno entre cinco mil personas. Por este uno hay fiesta en los cielos también. No se trata de números. Se trata de impactar vidas.
Sí, es cierto…
el valor de invertir la propia vida para que la eternidad de una sola persona sea diferente, es incalculable. Pienso que necesitamos poder servir «a ciegas» y nunca contar sólo un número, sino servir en la plenitud de fe, creyendo y agradeciendo lo que Dios hace y hará.
Amen!
No se trata de numeros, se trata de saber que hemos hecho todo lo posible y hemos sido fieles, del resto se encarga Dios.
Muy buen comentario mi hermano.
Hola Carlos. Me alegra leer cada una de las reflexiones y testimonios que has compartido en este blog. Sin duda, saber cómo Dios los está usado (a tu esposa y a ti) es de gran bendición.
Sin duda el tema que mencionas da para hablar mucho, desde la diversidad de los dones con los que Dios ha dotado a su iglesia, la urgencia de la misión que tenemos, la oportunidad de crecer cada día en el ministerio, las diferentes maneras y tiempos en que la gente responde a la Palabra de Dios, etc.
Sin embargo, sólo quiero mencionar que concuerdo contigo en que lo más importante es estar conscientes de que no se trata de un concurso de oratoria o predicación, se trata de impactar personas con la Palabra de Dios; por supuesto, mientras más personas sean impactadas, ¡mucho mejor! [por cierto… esta última declaración también da para mucho más que escribir :)].
¡Que Dios continue usándote!