El Cordero Inmolado
Por Rev. Raúl Rojas
Parte de mi adolescencia la pasé ayudando a los sacerdotes católicos a realizar los servicios de los domingos en el pueblo donde nací. Ahí muchas veces escuché la frase: «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.» Pero nunca la pude entender.
Un día, leí acerca de una costumbre del pueblo de Israel en la cual degollaban animales y me pareció brutal desde que empecé la lectura. Se encuentra descrito en Levítico Cap. 16. Esta cruel práctica era parte del Rito de Purificación de pecados y consistía primero en escoger dos corderillos puros, sanos y perfectos, lo mejor del hato. En el siguiente paso del proceso había que elegir a uno de los corderos el cuál sería degollado. El otro no era menos desdichado pues el sacerdote -conociendo los pecados del pueblo – los confesaba y de manera simbólica los depositaba sobre la cabeza del animal. Su destino entonces era llevar los pecados del pueblo sobre sí, era ser desterrado al desierto donde moriría de sed o sería devorado por otros animales.
Hoy en día no habría suficientes corderos ni suficientes desiertos para depositar los pecados de toda la humanidad. Nuestro destino sería la condenación eterna. Pero Dios en su infinita misericordia nos proveyó de un Cordero capaz de cargar con nuestros pecados y llevarlos no a un desierto, sino a la grande, maravillosa e infinita misericordia de Dios de donde nunca regresarán.
Ahora puedo comprender aquella preciosa descripción que hace Juan el Bautista: «He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
Y no sólo eso, sino que puedo descansar seguro al saber que: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7:19.)
Él sacrificio de Jesús nos ha hecho libres por completo – Libres de ritos y de muertes de animales. Pero aún podemos buscar agradar a Dios por medio de otra clase de sacrificios: sacrificios de alabanzas; frutos de labios que confiesen su nombre (Heb. 13:15).
Gracias, Jesús. Tú eres ese Cordero puro y perfecto que llevó nuestro pecado. Nadie te tomó o forzó. Tú te entregaste por amor a nosotros.
Brutal y cruel fue Tu muerte en la cruz y todo por amor a mí. ¡Gracias, Jesús!

Gracias por preciosa reflexion que nos acerca al sacrificio de Jesus por la humanidad