Hace un año, durante un tiempo difícil en su ciudad, el Rev. Yeri Nieto, pastor de jóvenes de la Primera Iglesia del Nazareno en Villaflores, Chiapas, predicó un sermón bastante significativo en su iglesia. Estas son sus notas, originalmente publicadas en su blog personal.
Lucas 19.28-44
Semana Santa 2016 | Primera Iglesia del Nazareno; Villaflores, Chiapas
Notas del sermón dominical vespertino | 20 de marzo de 2016; 18.00 horas
Toda la Biblia es Palabra de Dios; sin obstar esta declaración, también reconocemos que, cuando leemos algo de Jesucristo, el territorio de la Escritura nos obliga a ‘quitar el calzado de nuestros pies’. Como en este día, Domingo de Palmas, cuando celebramos la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén.
Lo que nos deja este pasaje, narrado en los cuatro Evangelios canónicos [Mateo 21.1-11; Marcos 11.1-11; Lucas 19.28-44; Juan 12.12-19], es que, así como Jesucristo entró como un Rey en la ciudad de Jerusalén, así quiere entrar en la vida de las personas que aún no abren sus puertas a Él.
Pero de acuerdo con los acontecimientos recientes, parece que todavía Él no puede entrar como Rey a gobernar la vida de cientos de personas en nuestra ciudad [niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos; mujeres y varones]. ¿La razón?: Sus discípulos no hemos hecho lo suficiente.
[1] ¿Cuánta gente ha visitado nuestra vida? ¿Cuántas personas han observado nuestro testimonio cristiano? ¿Cuántos vecinos y amigos nos miran a diario como hijos de Dios? ¿Cuántos familiares se han percatado de que ahora somos diferentes? ¿Cuántos compañeros de escuela o de trabajo ven nuestros hábitos diarios y todavía no han decidido seguir a Jesucristo?
Y es que, si hemos podido vivir como hijos de Dios pero las personas no han sentido un impacto del evangelio en sus vidas a través de nuestro accionar cotidiano, ¡no ha sido suficiente!
Tenemos hábitos diferentes, una distinta manera de hablar, un mejor trato hacia ellos, pero no ha sido suficiente.
[2] Necesitamos abrir la boca para proclamar con fuerza lo que Dios ha hecho en nosotros.
Y no, no es necesario que usted estudie en una institución teológica o que sea experto en oratoria para hacer esto; lo único que se necesita es que usted cuente la historia de su vida, de cómo Dios le alcanzó, de la manera en que Él le amó, de lo que Él usó para entrar a su corazón.
Si usted ya ha abierto su vida para dejar entrar al Rey que viene en el nombre del Señor, ¡hable! para que otras personas también le dejen entrar y Jesucristo, el Rey, gobierne esa vida, y les traiga paz y gozo a su corazón, y evitemos tantas muertes de personas sin Dios y sin esperanza.
[3] Pero podemos hacer algo más: Quiero invitarle a que empecemos a doblar nuestras rodillas delante de Dios para pedirle, en el nombre de Jesucristo, que nos dé la presencia plena de su Espíritu Santo.
¿Para qué? Para poder discernir. Necesitamos discernir espiritualmente lo que aquí está sucediendo. Necesitamos interpretar a la luz del Espíritu Santo lo que en Villaflores está pasando…
Nadie se anticipó a la ola de violencia que hoy nos circunda; nadie se anticipó al aire pestilente de la muerte que hoy ronda en nuestros adolescentes y jóvenes; nadie de sus amigos y compañeros se imaginó que Maritza Castillejos y Néstor Abad Castro se quitarían la vida.
Necesitamos la presencia del Espíritu Santo para discernir qué está pasando en la vida de esa gente que nos rodea a diario y que la vemos sonreír y cantar y hasta darnos palabras de aliento, pero que su corazón necesita de paz plena y dirección de Dios.
Esos gritos jubilosos de la gente en Jerusalén: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!», también nosotros los expresamos cuando Jesucristo ingresó a la ciudad de nuestra alma y comenzó a gobernar.
Pero no ha sido suficiente, porque aún hay tantas personas que necesitan que ese mismo Rey ingrese a sus almas necesitadas y pueda gobernar y dirigir su vida.
Y cuando Dios bendice a las personas lo hace a través de otras personas.
Por favor, comencemos a pedirle a Dios el Espíritu de discernimiento para poder proclamar una palabra específica a corazones afligidos y desesperanzados. ¡Amén!
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