Por: Scott Armstrong
Casi toda mi vida he luchado con la oración. No estoy hablando de oraciones cortas o de orar sin cesar (1 Tes 5:17) durante todo el día. Tiendo a hacer mucho de eso, y ha sido significativo ver cómo Dios está trabajando en lo mundano de cada situación o relación.
Batallo más con la concentración en los tiempos de intercesión. Algunas veces he visto esos tiempos como cosas por hacer en una lista, otras veces me he descubierto tan distraído que difícilmente puedo mantener una línea decente de pensamiento y mucho menos una conversación con Dios. Todo esto es muy vergonzoso para una persona que ha sido cristiana por 38 años y además resulta que también es misionero.
Las dos cosas que recientemente me han dado esperanza son: la responsabilidad compartida (orar con alguien más, como mi esposa o mis hijos) y usar música durante la oración, música para reflexionar y adorar. Estoy creciendo en mi entendimiento de la oración, estoy empezando a disfrutarlo, gracias sean dadas a Dios.
Kallistos Ware, obispo de la Iglesia Ortodoxa http://myocn.net/metropolitan-kallistos-ware-prayer/ cuenta esta historia: «Había un anciano que solía pasar muchas horas en la iglesia todos los días, unos amigos suyos le dijeron: “¿Qué haces durante todo ese tiempo?” A lo que él respondió: “Oro”. Ellos replicaron: “Oh, debes tener muchas cosas que necesitas pedirle a Dios”. Con algo de indignación el anciano contestó: “No le pido nada a Dios”. “¡Oh! – exclamaron sus amigos- ¿entonces qué haces durante todo ese tiempo en la iglesia?” Y él respondió: “solo me siento y miro a Dios, y Dios se sienta y me mira”».
Mis mejores tiempos de oración han sido cuando dejo “mi lista” a un lado y empiezo a contemplar a Dios. Todavía comparto las peticiones, pero el proceso se vuelve más sobre conocer y ser conocido por Él.
En Lucas 11, Jesús nos instruye a pedir, buscar, y tocar incesantemente a la puerta (v. 9-10). Sin embargo, también establece que la mejor respuesta a nuestras oraciones no es la prosperidad económica, la sanidad física, o el cambio de nuestras circunstancias (cosas por las que a menudo oramos), sino más bien su misma Presencia:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (v. 13)
Richard Rohr, un fraile franciscano, lo expresa de esta manera: «La respuesta a la oración es siempre la misma: es el don del Espíritu Santo».
Amén, ven Espíritu Santo. Ayúdame a orar. Ayúdame a conocerte abundantemente y a ser plenamente conocido por Ti.
Hermosa reflexión Hno Scott Bendiciones en su Vida Familiar y Ministerio 🙏🏽🙏🏽🙏🏽
¡Gracias, Nereida!
Excelente. Gracias Scott por el artículo. Me ayuda a reflexionar profundamente sobre mis tiempos de oración. Algo interesante es que la oración no es solo hablar, un tiempo de sincera meditación en su presencia puede saciar todas nuestras necesidades.
¡Amén, amigo! Gracias.
¡Gracias por tu comentario, Mery! Nos anima a seguir escribiendo y ministrando.
¡Wou, hermosa y sincera reflexión! Creo que los líderes, muy pocas veces lo hemos hecho; y menos a través de un medio público. Me refiero a abrir nuestros corazones y hacer saber que estamos también en proceso de crecimiento que a veces tiene sus propias luchas. Pero gracias sean dadas a Dios que lo ha guiado a usted a compartir de manera humilde su experiencia personal acerca de la oración. Al leer, me he puesto a recordar las veces que a veces no logro concentrarme al orar. Entonces, trato de volver desde el inicio de mi oración; y pedirle al Señor me ayude a estar quieta y orar con tranquilidad, acaso mi espíritu está algo agitado en ese momento. Entonces, al entrar en el recinto de la oración puedo ver la gran bendición.
¡Alabado sea Dios por este hermoso medio de gracia que es la oración!
Dios lo bendiga, estimado Hno. Scott. ¡Siga adelante!