Reflejando La Santidad de Dios: Parte II

Por: Dr. Stan Toler

*La siguiente reflexión del Dr. Stan Toler es la parte II de un artículo previamente publicado en este sitio

Entonces, ¿cómo debemos reflejar la santidad de Dios?

Primero: la santidad de Dios se refleja en un odio incondicional al pecado. Proverbios 6:16-19: “Seis cosas aborrece el Señor, y aun siete le son abominables: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina planes inicuos, los pies presurosos para precipitarse en malvado, el testigo falso que habla mentiras y el hombre que suscita disensiones entre hermanos”. Reflejar la santidad de Dios significa rechazar el pecado. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. (1 Juan 3:6).

Segundo: la santidad de Dios se refleja en un amor incondicional por su pueblo. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios… (1 Juan 3:1). El corazón de Dios mira más allá de la obra al hacedor. Él no puede aceptar el pecado, pero puede envolver Sus brazos de aceptación y perdón alrededor del pecador arrepentido.

Cuando era un niño y asistía a los campamentos, recuerdo aquellos momentos después de un servicio conmovedor cuando nos reuníamos para un momento de alabanza y reflexión alrededor de una fogata. Uno a uno, a medida que iban llegando otros jóvenes, se iba ampliando el círculo. Algunos de los que se unían al círculo no eran necesariamente los más santos en disposición o en conducta (al menos, antes del servicio), pero la presencia de Dios, el calor del fuego y el brillo de nuestros corazones les hacían un lugar en el círculo.

Reflejar la santidad de Dios significa no más círculos cerrados. Eso no significa la aprobación del pecado, en ninguna forma. Sin embargo, sí significa tener un corazón que sea inclusivo en lugar de exclusivo. En su mensaje, “El camino de la santidad”, Jonathan Edwards declaró:

“[La santidad] es dulce y deslumbrantemente encantadora.”                              

Tercero: la santidad de Dios se refleja en el sacrificio incondicional por el bienestar de los demás. Los aficionados al fútbol, ​​los promotores de la lucha libre y los comediantes se han burlado de Juan 3:16. Pero nunca será reemplazada como la palabra definitiva sobre el compromiso de Dios con Su creación. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” Él amó… Él dio… Él pagó el precio máximo por cada persona.

Reflejar la santidad de Dios significa dejar de lado el yo y el egoísmo por la redención de los demás. Según el apóstol Pablo, eso se ve tanto en el hogar como en los calles. Efesios 5:25 advierte: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Chuck Colson dijo: «La santidad es el negocio diario de cada cristiano».

Aunque no somos “pequeños dioses” como enseñan algunas religiones, podemos tener un poco de Dios en nosotros. “Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención…” (1 Corintios 1:30).

Un teólogo escocés del siglo XIX escribió una vez: “La santidad consiste en pensar como Dios piensa y querer como Dios quiere”. ¿Qué es eso? ¡Reflejar la santidad de Dios!

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