Por: Rev. Scott Armstrong
En las próximas semanas escribiré una serie de “cartas abiertas” a medida que hago la transición de 21 años en la Región Mesoamérica a nuestro nuevo ministerio en América del Sur. Estoy consciente de que las cartas abiertas a veces se utilizan para expresar protesta o apelar a alguno que otro líder. Por supuesto, ese no es mi objetivo. Estas serán simplemente cartas destinadas a ser leídas por mucha gente, no solo por la persona o entidad a la que están escritas. Hay muchas razones por las que estoy haciendo esto, pero no las mencionaré, probablemente debería simplemente comenzar de una vez. Aquí está la primera:
Querida República Dominicana:
Me he dado cuenta de lo difícil que será irme. Llegamos aquí en Agosto de 2013, y tu gente extrovertida y tu cálida cultura (y clima) nos recibieron con los brazos abiertos. Después de mudarme de casa o departamento 17 veces diferentes durante 10 años de servicio misional en 4 países diferentes, ha sido maravilloso estar aquí, contigo, en la misma casa durante los últimos 11 años. Tú eres mi hogar.
Gracias a tu comida, peso 15 libras más que cuando llegamos. ¡Has cumplido bien tu misión! La primera vez que comí mangú fue en un Campamento de Orientación Misionera, y la primera vez que comí sancocho fue en casa de René y Carmen Acosta. Me enganché de inmediato. El mofongo de Moca vale el viaje de 2 horas y el moro con guandules ahora es un alimento básico en nuestra casa. Cuando un misionero en Argentina, donde viviremos, nos dijo que allí no hay plátanos, casi lloré. En serio.
Mientras estuvimos aquí con ustedes, Emily y yo hemos aprendido palabras en español que realmente tienen poco significado en cualquier otro país. Un líder Dominicano nos dio un diccionario de español y jerga Dominicanos, ¡contiene miles de palabras y tiene 744 páginas! ¡Pero has influido aún más en nuestros hijos! Cuando hablan por teléfono en español, ¡los Dominicanos piensan que son Dominicanos! Bien hecho, Quisqueya. Ellos no son pariguayos…
Te amo por lo mucho que amas el béisbol. Muchas veces me he cruzado con personas (incluso, una vez, dos señoras mayores) en la calle, con la cara sonrojada por el debate mientras cantaban porras a Licey o Águilas. Aprendí a amar el fútbol como misionero en Centroamérica, pero esa es una pasión relativamente nueva. El béisbol es el deporte que jugué cuando era niño y todavía tengo muchos recuerdos maravillosos de ir al estadio con mi papá y mi hermano. Entonces, cuando llevo a mi hijo a un partido de las Estrellas en San Pedro, me siento como en casa. La pelota también ha abierto muchas puertas para construir relaciones y compartir el evangelio aquí. ¡Gracias por combinar tantos de mis amores en un solo lugar!
Aún con todo eso, D.R., la parte que más extrañaré es tu gente. Tus jóvenes jugando pitilla en plena calle. Los papás golpeando ruidosamente una ficha de dominó sobre una mesa de madera. La música, que al principio me molestaba, proveniente de los enormes parlantes del colmado, ahora es casi una característica bienvenida del barrio (si no son las canciones vulgares que suenan). Y a todos los pastores, líderes de Iglesias, niños y jóvenes apasionados por el evangelio: ¡hemos visto a Dios hacer cosas maravillosas aquí, D.R.!
Los turistas te aman por tus playas y tu Zona Colonial y tu increíble historia. Yo también. Pero has significado más que eso para nosotros como familia.
Aprendí a ser más directo en mi comunicación y a no rehuir a los conflictos mientras viví aquí.
Hemos reído, llorado y orado con amigos que se han convertido en familia.
Gracias por permitirnos criar a nuestros hijos en un ambiente multicultural.
Gracias por el privilegio de servir con y en ti durante 11 años.
Gracias por ser auténticamente tú, República Dominicana. Nunca seremos los mismos gracias a ti.
Atentamente
Scott (y Emily, Elijah, y Sydney) Armstrong




DIOS LOS BENDIGA EN ESTA NUEVA ETAPA EN SU VIDA, HAN SIDO DE MUCHA BENDICIÓN, NO SOLO PARA NUESTRA IGLESIA, EN MI VIDA HAN SIDO UN CANAL EL CUAL EL SEÑOR USO MUCHAS VECES PARA SER DE BENDICIÓN.
RICAS BENDICIONES…