Por: Rev. Scott Armstrong
Recientemente, me recomendaron un libro de Stephen M.R. Covey. Aunque el libro Confía e Inspira: Cómo los líderes verdaderamente grandes desatan la grandeza en los demás (en inglés, Trust and Inspire: How Truly Great Leaders Unleash Greatness in Others) fue escrito para líderes de todos los ámbitos de la vida, me parece interesante que varias veces el autor utilice conceptos cristianos, especialmente la mayordomía: “Una creencia fundamental de un líder de Confía e Inspira es que el liderazgo es mayordomía. Dicho de otra manera, los líderes son mayordomos. La mayordomía es una responsabilidad que implica el más alto nivel de confianza en lo que se le haya encomendado”.
Este libro aboga, por supuesto, por los líderes que “confían e inspiran” en lugar de aquellos que “mandan y controlan”. Sería difícil encontrar un lector que no esté de acuerdo con esa premisa, especialmente dentro de la Iglesia cristiana. Sin embargo, la cuestión es que, consciente o inconscientemente – nosotros vivimos en un mundo de mando y control. Es nuestro mecanismo predeterminado. Puede que no siempre lo disfrutemos en sí, pero estamos acostumbrados. Y –sí, incluso en la Iglesia– mandar y controlar puede llegar a ser más natural y (¡¿podría ser?!) más cómodo para nosotros como líderes que confíar e inspirar.
«La mayoría de las personas que su liderazgo es definido por ser de mando y control no son malas personas», menciona Covey. “La mayoría son personas decentes con un buen carácter y buenas intenciones. Pero con demasiada frecuencia su estilo de liderazgo se interpone en el camino de sus intenciones”. He descubierto que esto es cierto para muchos pastores y otros líderes. En muchas culturas, las figuras de autoridad son respetadas debido a su edad o posición, aun cuando el respeto no siempre es intencionalmente recíproco (de “arriba” a “abajo”).
«Todos queremos que confíen en nosotros», menciona Covey. “Dar confianza es la forma más inspiradora de motivación humana. Las personas que confían en quienes lideran sacan lo mejor de ellos y de todos nosotros”. Confiar en otra persona –especialmente en alguien joven o sin experiencia– significa no saber el resultado. El fracaso es posible y, a veces, probable. Es más fácil para nosotros hablar muy bonito sobre empoderar a otros y luego seguir tomando las decisiones nosotros porque no confiamos en ellos.
“Del mismo modo, la gente anhela estar inspirada. Puede parecer tan vital para nuestra existencia como el aire lo es para nuestros pulmones. De hecho, la palabra inspirar proviene de la raíz latina inspiratio, que significa «respirar». Dicho de otra manera, inspirar significa traer vida a algo que no tiene vida. Entonces, inspirar a alguien es darle vida”.
Reflexiona sobre esa correlación entre inspirar y dar aliento a alguien. Muchos pasajes bíblicos ilustran cómo Dios sopla en nosotros y nos llena de vida (Génesis 2, Ezequiel 37 y Hechos 2 son clásicos, entre otros). ¡El Espíritu Santo es la verdadera fuente de nuestra inspiración! La pregunta es: ¿estamos nosotros, como líderes, inspirando, es decir, dando vida a nuestras iglesias, nuestras ciudades y nuestro mundo?
¿Cómo, específicamente, podríamos hacer eso? “Inspirar es tomar una experiencia y llenarla de propósito, tomar un trabajo y darle significado. Se trata de animar a un trabajador a convertirse en creador, a un empleado a convertirse en colega, a un proveedor a convertirse en socio, a un grupo a convertirse en un equipo”.
Sé que me he quedado corto demasiadas veces en este ámbito. Muchas veces he elegido la conveniencia antes que invertir en los demás, la tarea en lugar de la relación. Así que, que quede claro: de ahora en adelante, deseo ser un líder de Confía e Inspira. Anhelo que nuestra denominación y región sean conocidas por eso. Aunque es posible que en ciertas temporadas hayamos sido conocidos más por operar desde Mando y Control, ¡seamos reconocidos en estas próximas décadas por empoderar y equipar a la Iglesia de Dios para impactar al mundo!
Terminaré con una frase del libro de Covey en el cual él describe lo que llama el “imperativo más épico” que cualquier organización debe lograr: “la capacidad de crear una cultura de gran confianza que pueda atraer, retener, comprometerse e inspirar a las mejores personas, y así ganar la guerra constante por el talento”.
¿Es tu ministerio un lugar donde la gente adora servir? ¿Son líderes más eficaces, más en sintonía con Dios y su misión después de ser parte de tu cultura?
Confiar.
Atraer.
Retener.
Comprometer.
Inspirar.
Seamos conocidos por estas características, Iglesia.

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