Por Carlos Monterroso, Asistente en Misión Mundial MAC
En estos últimos años mi deseo por servir a Dios ha sido cada vez más grande, y ver la necesidad de las personas que me rodean me hace sentir que debo hacer algo. He tratado de aprovechar cada oportunidad que hay para servir y trabajar en la obra de Dios y dar de mí el 100%. Casi nunca digo “No” a nada que se refiera a ministerio. Pero me di cuenta de que todo mi tiempo y espacio empezaron a enfocarse en servir a los demás, y que inconscientemente estaba desatendiendo a mi familia y a mí mismo.
Un día amanecí enfermo, estresado y muy, pero muy agotado. Fue un tiempo que pasé recuperándome en casa y pude ver también la necesidad que mi familia tenía de mí. Luego de meditar y orar, surgieron inquietudes en mi mente y las comenté con Scott (mi jefazo). Él dijo unas palabras que penetraron en mi mente: “Hey, recuerda que tú no eres el Mesías y no vas a poder salvar a todo el mundo tú sólo….” Estas palabras me sirvieron mucho para entender que debo hacer lo que esté a mi alcance por bendecir a los demás y compartir de la palabra de Dios, pero que también debo descansar en las manos de Dios dejando que el me guié en donde realmente desee que le sirva.
Aún tengo mis ministerios pero he empezado a delegar responsabilidades, a formar discípulos y a no saturarme de actividades que no me permiten servir al máximo en ninguna área, ni a mi familia.
He entendido más que parte de misiones es discipular y formar líderes al mismo tiempo que estamos sirviendo. No se trata de hacer el trabajo nosotros solos y luego salir del campo o del lugar donde estamos sirviendo. Esto dejaría de nuevo un vacío al momento que no estemos. La formación de liderazgo es importante para un corazón misional.
Deja un comentario