Yara*, una refugiada de Siria, contó la historia de cómo su familia huyó de la guerra civil y de cómo una iglesia nazarena local en Beirut les brindó su ayuda. Mediante el testimonio de la iglesia, Yara se encontró cara a cara con Jesucristo. Esta entrevista fue publicada originalmente en Engage Magazine.
Nuestra vida en Siria antes de la guerra era buena, normal. Yo vivía en casa con mi esposo y mi hija, y tanto mi familia como la de él vivían cerca de nosotros. Era una vida normal y buena.

Estábamos muy asustados. Tuvimos que irnos, de modo que durante tres días dormimos en nuestro auto. No teníamos dónde dormir. Y otro de los motivos por los que nos fuimos era el hecho de que no había más trabajo para mi esposo. Mi esposo trabajaba en un local de dulces y golosinas en Siria.
El camino desde Siria a Líbano fue muy largo y nos llevó mucho tiempo llegar. Pasamos dos días enteros en viaje, cuando normalmente lleva entre seis y siete horas. Había mucho tránsito debido a los soldados. Cada cinco minutos, nuestro autobús debía detenerse. A cada rato nos encontrábamos con puntos de inspección tanto del ejército sirio, como del ejército libre. Ellos o bien capturaban a quienes buscaban, o nos permitían seguir adelante.
Yo estaba llena de miedo mientras partíamos de Siria a Líbano, ya que nos dirigíamos a un lugar que me era desconocido, no tenía idea de qué nos ocurriría y no sabía qué nos deparaba el futuro.
Cuando llegamos a Líbano, debido a los sonidos y explosiones a los que nos habíamos habituado en Siria, mi hija no podía soltarse de mi mano. Ella no podía moverse de un lugar a otro sin la ayuda de alguien; no se atrevía a ir al baño sin estar acompañada; ni siquiera dormía sin tener a alguien a su lado. Nos llevó un tiempo despojarnos de ese miedo, no tan solamente por nuestra hija, sino que también por nosotros.
Yara y su familia llegaron a Líbano hace casi dos años. Al principio vivieron en un hogar junto a ocho personas más. Luego se pudieron mudar a su propia casa y el esposo de Yara pudo conseguir trabajo.
Llegué a conocer la Iglesia del Nazareno debido a que escuché que estaban registrando a familias para brindarles ayuda, y nosotros estábamos necesitados.

Conocí a una chica que me trató como si me conociera de toda la vida, como si fuésemos buenas amigas, así que me sentí recomfortada. Ella me invitó a concurrir el domingo. Ella me dijo, “yo te paso a buscar”. Cuando llegué no tenía idea de cómo sería. Me dije a mí misma, “al menos puedo visitar una vez y ver qué es lo que hacen”. Entré y me sentí en completa paz. Sentí que ésto era lo que yo estaba necesitando.
Oré a mi Dios y dije, “Si Jesucristo es un Dios verdadero, muéstramelo en un sueño”. Al día siguiente me dormí rápidamente y en mis sueños vi la misma imagen de Cristo que había visto en la iglesia, y Él me decía, “Yo soy el Señor verdadero”. Me desperté y dije, “No puede ser, quizás estoy imaginándome cosas. Voy a volver a dormir y ver qué pasa”. Una vez más soñé, y el mismo sueño se repitió una y otra vez, permitiéndome experimentar a Jesús en mi vida.
Ahora estoy contenta de asistir a la iglesia y le agradezco al Señor por todo.
Luego de que esto ocurriese me sentía atemorizada de hablar acerca de ello. En nuestra cultura, si uno tiene creencias nuevas no debe expresarlas en voz alta. Pero yo oré y decidí no tener miedo, y decidí hablar acerca de Jesús. Una de las personas a quienes temía contarle acerca de esto era mi madre. Oré al respecto y finalmente decidí contarle, a lo que ella simplemente me dijo, “es tu vida”. Me sentí muy feliz debido a su respuesta, y ella incluso vino a la iglesia conmigo aglunas veces. Ella dijo, “Ellos tienen algo diferente y nuevo aquí”. Estoy orando por ella y estoy feliz de poder hablar acerca de esto con ella.
Mi esposo no aceptó la invitación a venir a la iglesia. Él no se mostró muy feliz acerca de que yo fuera, pero de todos modos no me impidió que lo hiciera. A veces cuando hablamos él me dice, “Los cristianos son mejores que nosotros “ o “Los cristianos me están tratando mejor (que otras personas)”. Él sabe que los cristianos son verdaderos, pero creo que está atemorizado por las personas que lo rodean.
La iglesia nos ayudó con todo. Nos dio alimentos y cuando necesitamos cosas para la casa o dinero, ellos nos ofrecieron su ayuda. Necesitamos de muchas cosas. Durante el año pasado, mi comida fue abastecida por la iglesia: lentejas, azúcar, jabón, y shampoo. En ningún momento durante el año pasado me fue necesario comprar estos artículos.

La iglesia ayudó a Yara para que pudiera registrar a su hija de 6 años en la Escuela Evangélica Nazarena.
Mi hija se ha adaptado en la escuela; ahora está lista para salir de la casa y jugar con sus amigos sin que yo, su madre, tenga que acompañarla. Veo que quiere ir a la escuela; está feliz en la escuela y eso me hace feliz a mí.
En este momento le estoy muy agradecida a Dios por todo. Me siento cómoda, estoy tranquila en Líbano. Éste no era el caso cuando llegué aquí. Cuando llegamos yo extrañaba mi hogar y mi familia, y no me sentía feliz. Hoy por hoy no sé dónde se encuentra mi familia, ya que nos hemos separado. Mis amigos en la iglesia se han convertido en mi familia, y gracias a eso ahora me siento cómoda. Claro que desearía poder ver a mi familia, pero ya no pienso tanto en regresar a Siria, ya que tengo a todos estos amigos nuevos.
Le agradezco a mi Señor por todo, especialmente por los amigos que he podido conocer aquí en la iglesia.
*Los nombres han sido cambiados por motivos de seguridad
Es bueno saber que Dios se esta moviendo en todas partes del mundo y que estamos haciendo todos sus mandatos. En la vida de otras personas es donde tenemos que estar para que ellos sientan el dios tan maravilloso que tenemos dentro y asi puedan dar testimonios juntos a nosotros de las maraviilas del señor Dios. este testimonio renueva la fe de los que lo an perdido, un buen testimonio de fe.