Yo sé que quizás a nadie que está leyendo esto le importa el fútbol americano, pero tengo que comentar sobre una de las mayores sorpresas en la historia del juego que se conoce como fútbol americano. (No se preocupen; cuando Real Madrid y Barcelona juegan el clásico en algunos meses, comentaré sobre eso también).
Tuve el privilegio de mirar el Super Bowl anoche en la casa de algunos grandes amigos, Rodrigo y Deborah Rivera, misioneros sirviendo como Coordinadores de Comunicaciones en la Región MAC y viviendo en Guatemala. Ellos nos invitaron, junto con varios otros huéspedes y miramos el gran partido allá. El Super Bowl para el estadounidense es como el final de la Copa Mundial–personas cancelando cualquiera actividad (¡hasta los cultos a veces!) para reunirse y comer demasiado, gritar al televisor, y reírse mucho a los anuncios (los «commercials»).
Yo estaba convencido que este partido iba a ser un partido aburrido porque un equipo invicto, los Patriotas de Nueva Inglaterra, estaban jugando contra un equipo con mucha suerte y con mucho egoísmo, los Gigantes de Nueva York. No me gusta ni uno ni el otro equipo y pensé que los Patriotas iban a ganar fácilmente. Yo llegué a la fiesta más para el compañerismo y la comida (¡Que rica la comida!). Los Gigantes se iban a avergonzar.
Deben saber que al entrar la casa, Deborah nos preguntó, «¿A cuál equipo van a apoyar?» Ella creció en la tierra de los Patriotas y no quería que algunos traidores estuvieron en su casa apoyando a otro equipo. Sólo hay un problema: mi esposa y yo aborrecemos a los Patriotas. Ellos son rivales contra los Potros de Indianápolis donde Emily creció. No íbamos a convertirnos en aficionados de los Patriotas y vender nuestras almas, entonces tuvimos dos opciones. Pudiéramos declarar sin vergüenza nuestro odio de los Patriotas, apoyar a los Gigantes aunque no éramos sus aficionados tampoco, y burlarnos de Deborah cuando los Gigantes hicieron maravillas, como cuando atraparon 5 veces a Tom Brady, el «mariscal de campo» del equipo malvado. O teníamos la opción de apoyar a los Gigantes con más…um…»dominio propio,»–no animando al equipo con tanta…um…bulla. Estábamos en la casa de Rodrigo y Deborah, no en nuestra casa. ¿Qué hubieron hecho ustedes?
Bueno, escogimos la segunda opción. Los Gigantes ganaron 17-14, y fue un partido asombroso. No sé como vencieron al equipo invicto–todavía no lo puedo creer. Pero intentamos controlarnos, todavía animando y apoyando a los Gigantes por supuesto, pero no exagerando nuestra alegría (bueno, desde el punto de vista de Deborah, tal vez no lo logramos bien cuando brincamos del sofá con gozo cuando los Gigantes al fin ganaron). Y hoy, pensando en el partido, la compañía, y el ambiente, creo que podemos aprender mucho sobre misiones de la experiencia.
En misiones tenemos que meternos en otra cultura y en un nuevo entorno. No es que debemos negar nuestros raíces o no apoyar nuestro país o cultura anterior. Sin embargo, Dios nos ha llamado a otra realidad. ¿Vamos a estar en la nueva cultura, pero seguir hablando nuestro propio idioma y crear nuestro propio «santuario» en la casa donde alabamos nuestra cultura nata? ¿O vamos de verdad a empaparnos en otra cultura, aprendiendo de ella, y enamorándonos de ella? No es simplemente un asunto de cortesía como en el caso del Super Bowl ayer. Estamos hablando de la obra del Señor. Como misioneros somos huéspedes en otra cultura y ser huésped significa respetar y apreciar el hogar donde uno se encuentra.
He visto a algunos misioneros que viven en otra cultura pero uno puede ver que su corazón está en su país de origen y hasta crean un mini-país donde se pueden sentir en casa. Otros rechazan su propia cultura de dónde vienen para adoptar la nueva. Tal vez la segunda es un poquito mejor que la primera, pero creo que podemos (debemos) llegar a apreciar las dos culturas y llegar a ser bi-culturales o multi-culturales. En lugar de despojarnos de una, podemos sentirnos en casa en varios contextos, apreciando la hermosura de diferentes idiomas y culturas desde la profundidad de nuestros seres.
Bueno, quizás el Super Bowl nos puede enseñar mucho, ¿verdad?
hola scott
que bien saludarte despues de algun tiempo..
bueno, a mi me encanta el futbol americano, y veo el superbowl desde 1994. debo confesar que esta nota llamo mi atención por la comparación con el superbowl. fue un buen partido, yo tambien le iba a los gigantes, apesar de que me hubiera gustado ser espectador de un juego historico donde un equipo terminara invicto la temporada.
pienso que es muy importante respetar una cultura ajena cuando estas en ella, asi como conocerla y encariñarte con ella; aunque también pienso que no hay nada de malo en externar la cultura propia porque asi creamos conciencia de respeto multicultural tambien en los demas… creo que yo hubiera declarado abiertamente que apoyaba a los gigantes (aunque mi equipo son los 49ers)
es un gusto volver a saludarte… saludos
Estimado Hermano Scott !!
Me alegra mucho saludarlo después de tanto tiempo sin hacerlo (I´m Sorry je je)…
Es interesante lo que podemos aprender sobre misiones de cuestiones que aparentemente son triviales o «no cristianas», pero aveces se aplican muchos más principios misionales en cuestiones seculares que en la iglesia.
Hace días escuché en las noticias que el Super Bowl rompió records de audiencia en Estados unidos, sin embargo aquí en México mucha gente estuvo atenta y estoy seguro que en muchos paises también.
Es impresionante el alcance a las naciones que tiene el deporte y el interés que sus promotores tienen de llevar la señal a todo el mundo.
Quizá nosotros nos quedemos cortos con el Evangelio…
Buena nota Scott. Te confesaré algo, cuando hemos estado en experiencias misioneras y veo la diversidad de culturas, el énfasis de los líderes en que le demos todo al Señor y al mismo tiempo el orugllo patrio, he pensado que desde el púlpito debería hacerse esta pregunta: ¿Renunciarías a tu nacionalidad por amor al Señor y su obra?
P.S.: Esperaré tu nota sobre Guatemala Vs. Argentina 😉