«Hastiado Estoy…»

“¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos…Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1:11-17).

“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Isaías 58:6-7).

“El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová” (Jeremías 22:16).

“Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas.  He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso.  Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quite” (Ezequiel 16:48-50).

“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas.  Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados.  Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos.  Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Amos 5:21-24).

¿Para qué específicamente criticaron los profetas al pueblo de Dios?  ¿Qué pide Jehová de ellos y de nosotros?

Una respuesta a “«Hastiado Estoy…»

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  1. Siento que el llamado de Dios a Su pueblo era, es y será ser una comunidad verdaderamente Santa. Un elemento común en estos versículos es la llamada de atención por la doble moral del pueblo, y por la falta de pasión al compartir, no sólo el pan físico, sino el espiritual. Pero la raíz de todo esto es la vida de Santidad que Dios desea para nosotros: sin Santidad, no hay amor absoluto hacia Dios, y sin este amor perfecto, no hay pasión por el perdido y necesitado. La pregunta es, ¿será que estos profetas seguirán hablando a nuestras Iglesias para siempre? ¿O vamos a escuchar a Dios y a ofrecer el sacrificio que Él acepta?

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