Pastor Ken Childress
Isaías 9:6, «Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero, Admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.»
La soberanía reposará en los hombros de un niño. Eso nos dice un poco acerca de Dios – que Él está interesado en gobernar, ahora y siempre; que un niño que depende de Él es más poderoso que un rey guerrero que no depende de Dios; y que los regalos más grandes de Dios vienen en paquetes humildes e inesperados. El niño que nos es nacido es una Presencia poderosa.
Conocemos la historia de Navidad y sus implicaciones universales, y nos maravillamos cada año en el adviento del Hijo de Dios. Pero frecuentemente, en el panorama de la Natividad, se pierden las implicaciones personales para nosotros. Jesús todavía es un regalo inesperado en nuestras vidas, a menudo disfrazando sus más grandes bendiciones en una vestimenta humilde. Jesús todavía es un modelo de cómo un niño depende de Dios, el tipo de dependencia que no parece ser la clave para experimentar el poder infinito, pero que lo es. Y Jesús todavía está interesado en el gobierno, en la soberanía, no solo del mundo y del Reino infinito, pero de cada pulgada de nuestros corazones. En ambas escalas personales, la grande y la profunda, el niño que nos es nacido es dado por razones de comprensión y que cambian la vida.
El infante en el pesebre de Belén fue un evento de una sola vez, pero también era un patrón de las cosas que vendrían. Él fue Dios incógnito, Aquél que solo podía ser reconocido a través de los ojos de la fe, por aquellos que buscaron el significado de una estrella o por aquellos que no se habrían dado cuenta a menos que fuesen sorprendidos y enviados por ángeles para verlo. Ni Él ni sus advenimientos frecuentes en nuestras vidas son evidentes por sí mismos. Deben ser descubiertos por aquellos que le buscarán a Él. Y aquellos que lo hacen serán capaces de dejar el gobierno y la soberanía de sus vidas en los hombros de Él.
Jesús, dame ojos para verte donde sea. Quiero darme cuenta de cada advenimiento, cada acercamiento que Tú haces en mi vida. Y dependo de Ti para que gobiernes no solo mi mundo, sino también a mí.
Amén.
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