Por Richard Rohr
En Génesis 3, se les dice a Adán y Eva que hay un árbol del que no comerán, con el nombre más inusual: el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Ahora, ¿por qué sería algo malo comer de él? ¿No es bueno conocer la diferencia entre el bien y el mal?
Aquí está el problema: nota que dice, “Si tú comes de este árbol, serás como Dios.” Solo Dios sabe lo que es realmente bueno y lo que es realmente malo. Y el gran orgullo y arrogancia de la religión…es pensar que nosotros sabemos.
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La arrogancia de saber. “Yo sé quién irá al cielo.” “Yo sé quién irá al infierno.” “Yo sé quién está en lo correcto; yo sé quién está equivocado.” Déjame decirte algo: lo que caracteriza al mal es que el mal siempre tiene “la razón”. El mal no experimenta la duda en sí mismo. No admite crítica. “Tengo la razón y lo sé.”
Quienes intentamos vivir lo que esperamos sea una buena vida, tenemos que vivir en el territorio llamado fe, donde nunca estamos absolutamente seguros de tener la razón. ¡¿Quién quiere eso?!
Y si piensas en la mayor parte de la religión que te ha decepcionado — y hay mucho de ella que debería decepcionarte — siempre es dirigida por personas quienes están seguras de tener la razón. Ellos no experimentan duda en sí mismos. Ellos tienen la verdad absoluta. Ellos saben quién va al cielo y quién al infierno. Ellos saben quiénes tienen la razón y quiénes están equivocados. Ellos, claramente, han dividido al mundo. Y, por supuesto, ellos siempre tienen la razón, el resto del mundo y las otras religiones siempre están equivocados.
Qué pérdida de tiempo.
Qué absurdo.
Y se nos advierte acerca de esto en los primeros capítulos de la Biblia.
*Esto es un fragmento del sermón predicado por Richard Rohr en la Iglesia Familias Sanas en Albuquerque, Nuevo México, en el primer domingo de Cuaresma: 5 de marzo, 2017.
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