Escrito por Cheryl Paden
Valerie se unió a nuestro grupo de escritores con el entusiasmo de una abeja en el panal. Instantáneamente ella se convirtió en la animadora de todos y nos motivaba a escribir y enviar nuestro trabajo para que fuera publicado. Nos gozamos con ella cuando publicó su primer artículo, y agradecimos a Dios por el nacimiento de su tan esperado hijo, Jack.
Jack tenía seis semanas de nacido cuando los doctores le diagnosticaron cáncer a Valerie. Todos comenzamos a orar por sanidad. Ella comenzó el tratamiento y sufrió los efectos secundarios. Después de perder su cabello, ella pegaba lentejuelas en un gran pañuelo rosa. Ella llegó a nuestro grupo de escritores esa noche y anunció: “Nadie notará que soy calva, ellos solo verán mi precioso pañuelo.”
Nos reímos mientras observábamos sus exageradas técnicas de modelaje y admirábamos su nuevo estilo.
Al finalizar esa noche Valerie agregó: “Siento que viene un resfriado; mientras oramos para que sane del cáncer, oren por eso también. Podría orar para que sane todo por completo.”
Aceptamos, y nuestra oración continuó.
Asistimos a nuestro retiro anual del grupo de escritores en el Centro de Retiro San Benedict. Valerie dejó la reunión para visitar al Padre Thomas, el director del centro de retiro. Ella explicó que quería pedirle a él que orara por su sanidad. Mientras Valerie y yo caminábamos esa noche, ella me confesó, “Solo puedo sentir el amor de las oraciones de todos. Es un sentimiento asombroso. ¡Es maravilloso!”
La condición de Valerie continuó empeorando. Seguimos orando, pero el milagro por el que pedíamos no sucedía. Llamé a Valerie para preguntarle qué podía hacer. “Solo ven y toma mi mano.”
Así que eso hice. Me senté al lado de su cama y sostuve su mano. Ella me susurró acerca de sus miedos por dejar a su Jack de tan solo dos años.
Valerie murió al siguiente día. Nuestro grupo de escritores asistió a su funeral. Las oraciones por sanidad—por lo menos nuestra idea de sanidad física completa—no fueron respondidas.
Las palabras de Valerie, “puedo sentir el amor,” creo que fue la respuesta de Dios a nuestras oraciones. Nuestra petición por el milagro de sanidad no fue respondida, pero amamos a nuestra amiga mientras atravesaba su enfermedad, y yo creo que ella lo sabía.
Años después, cuando padecí una enfermedad propia, pasé tiempo en la sala de urgencias, las oficinas de doctores, y completando exámenes médicos. Incapaz de ir al trabajo, realizar funciones sociales, o mantener mi rutina regular, me senté en casa, preocupada, y esperé por respuestas médicas. Durante todo ese mes, nadie supo detalles de mi situación.
Entonces recordé las palabras de Valerie.
Fui hacia mi computadora y envié correos electrónicos a cada amigo que sabía que era un guerrero de oración y pedí que oraran por mí. Por la tarde, la carga de mi enfermedad había sido levantada. Aún no tenía respuestas médicas, pero sentí el amor de Dios y de mis amigos.
A través de las oraciones compartidas y la simple presencia, aprendí el significado de lo que Valerie nos transmitió: Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo (Gálatas 6:2).
Este artículo fue publicado originalmente en: graceandpeacemagazine.org
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