Por: Edgar Daniel Santiago
Hace algunos meses, estábamos viviendo en la frontera sur de México cuando Dios nos llamó y nos movió a la frontera noreste con el ministerio de Génesis. Aunque seguimos amando el sur, poco a poco un nuevo amor empieza a crecer por la ciudad de Monterrey. Viene a mi mente cuando Dios llamó a Abraham y, sin saber a dónde iba, él no dudó en obedecer.
Durante nuestros primeros días en Monterrey recorrimos algunos lugares céntricos y por supuesto los sitios a trabajar. Creemos que es necesario orar y buscar la dirección de Dios para poder llevar Su Palabra a la ciudad. Realizamos nuestra presentación en un sector, caminamos y entregamos cartas. Al llegar a un local, un hombre empezó a gritarnos con mucho odio. Comenzó a tratarnos mal y dijo que no quería saber de nada de la Iglesia del Nazareno. Salimos de allí y seguimos avanzando hacia otras casas y negocios con la tristeza de querer saber por qué aquel hombre se había portado tan grosero.
Al llegar justamente a la casa 23 vimos muchas imágenes. Saludamos al hombre, quien solo mostró una parte de su cuerpo por la puerta. Nos preguntó qué buscábamos; le dijimos que solo queríamos presentarnos y ponernos a sus órdenes, que queríamos conocer a los vecinos y saber si tenían alguna necesidad para orar por ellos. El hombre al escuchar esto frunció el ceño, y sus ojos nos vieron con mucha intensidad. Un poco asustados, Andrea y yo dijimos: “Pero si usted no tiene una necesidad, quizá un vecino sí, y pueda decírnoslo para poder orar y ayudar”. Mirándonos, el hombre de nuevo dijo: “¡Qué más necesidad que la mía!” Abrió completamente la puerta de su casa y en el fondo había una mujer postrada en cama que se nos quedó viendo. Entramos y ofrecimos orar por ellos. El hombre empezó a llorar y dijo: “Sigan orando, yo tengo muchos sentimientos, ya que nadie había venido a vernos.”
La siguiente semana pasamos a visitarlos y orar con ellos. La hermana Carmen aceptó seguir a Cristo, y Don Blas pidió perdón a Dios. Él confía en que Cristo puede cambiar su vida.
La pesca milagrosa sucede cuando a pesar de todo lo que esté pasando, tú vuelves a intentarlo. No dudes que Dios está contigo y que él te da nuevas fuerzas para continuar en todo momento, sea cual sea la situación. Nos gozamos al saber que ahora Blas y Carmen estarán siendo discipulados y que Dios nos vuelve a decir: “boga mar adentro”.
Dios no hace acepcion de persona; por eso somos una gran familia.