Por: Scott Armstrong
Lectura: Éxodo 22:16-27
Versículo Clave: “Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.” (Ex. 22:21-22).
Tomar clases de idiomas cuatro horas al día, cuatro días a la semana.
Tener un bebé gravemente enfermo y no saber cómo decirles a los médicos extranjeros qué le pasa.
Pasar nueve horas en la fila de una oficina de inmigración sin aire acondicionado, solo para que la persona en la ventanilla te diga que te falta un documento, agregado hoy a la lista de requisitos.
Todo esto y aún más situaciones son reales, y nos han sucedido a mi esposa y a mí.
Somos extranjeros.
Durante los últimos dieciocho años hemos servido como misioneros, viviendo en cinco países diferentes. La vida transcultural es nuestra pasión, pero a veces puede ser agotador e inducir al miedo.
Gracias a Dios por el amigo que con paciencia nos permitió balbucear como niños de tres años mientras descifrábamos el idioma en un principio.
O por el pastor que pasó dos días con nosotros buscando un buen automóvil para comprar.
O por los tres miembros de una iglesia que visitaron a nuestro pequeño hijo cuando estaba al borde de la muerte, y le impusieron las manos y oraron. (Nuestro niño fue sanado por completo en 12 horas).
Tengo un lugar especial en mi corazón para los extranjeros. Porque soy uno de ellos.
¿Cómo puedes amar y ayudar a un extranjero esta semana?
Recordemos también que una vez fuimos extranjeros en Egipto.
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