Hace pocos días regresé de México donde andaba en varias actividades por dos semanas. El domingo, 26 de abril, 2009 regresé por avión a Costa Rica y en los aeropuertos en Guadalajara y en México, D.F. soldados estaban distribuyendo mascarillas a toda la gente y se veía como un laboratorio u hospital. Algunos no estaban tan preocupados en ese entonces pero la mayoría estábamos portándonos con mucha precaución. Me sentí que estaba dentro de la película Outbreak.
Esa experiencia me ha enseñado mucho sobre nuestras vidas espirituales. Por ejemplo, observaba que todos nos cuidábamos en las cosas pequeñas donde antes nadie lo hacía. Todos lavamos las manos por un minuto como mínimo, nos encontramos comiendo en los restaurantes más saludables (¡Subway!) y no los de comida rápida, ¡hasta estornudamos de la manera correcta según los afiches que nos repartieron!
Me pregunto si somos así con nuestras vidas espirituales. Debemos cuidar nuestra relación con Dios, debemos siempre empaparnos en la oración y en las Escrituras. Debemos armar un sistema de defensa contra el pecado que nos quiere debilitar y matar. Debemos, debemos, debemos. ¿Pero lo hacemos?
Muchas veces requiere una dificultad seria en nuestras vidas para que nos despertemos y pongamos toda la atención merecida a Dios y su voluntad para nuestras vidas. Lastimosamente algunos de nosotros sólo nos acercamos a él cuando pasamos por algo desafiante. ¡Que no sea así, mis queridos hermanos! Que seamos constantes en nuestro compromiso y nuestra dedicación–no únicamente cuando nos vienen las pruebas, sino en todo momento.
«Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre…» (1 Corintios 15:58).
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