La Influenza Porcina y la Vida Espiritual: Parte II

Mexico EarthquakeEl viernes pasado yo escribí en este blog sobre lo que la epidemia de la influenza porcina me había enseñado sobre mi vida espiritual.  Quiero exponer una cosa más sobre este tema…

Cuando estaba esperando hace una semana en la terminal del aeropuerto en México D.F., había mucha gente y todos con mascarillas puestas por supuesto.  Fue un poco chistoso cuando alguien a la par mía tosió dos veces y todos le miramos con preocupación y temor.  ¡Algunos se fueron al baño para limpiarse!  Todos nos hemos cuidado mejor en este tiempo porque nadie quiere contagiarse de la infame influenza porcina.

Hagamos la transición ahora de la vida física a la vida espiritual.  Hay una enfermedad, una pandemia que quiere atacarnos y matarnos, y se llama el pecado.  ¿Pero vemos el pecado como vemos la influenza porcina? ¿Tomamos de verdad todas las precauciones necesarias para que nunca caigamos en el pecado, para que nunca ocupe ningún lugar en nuestras vidas? ¿Huimos del pecado o jugamos con ello? ¿Luchamos contra el pecado y el enemigo con todas nuestras fuerzas o no nos importa tanto?

Hace algunos años regresé a la casa donde nuestra niñera estaba cuidando a nuestro bebé, Elías.  Yo estaba buscando un juguete que a Elías le encantaba cuando encontré en su cuna un encendedor que usábamos para prender el fuego del horno.  Muy molesto, inmediatamente hablé con la niñera, instando que jamás se debe poner el encendedor en una área donde Elías iba a estar (¡mucho menos en la cuna!).  Ella no sabía qué era; pensó que era un juguete.

El pecado no es un juguete.  No es un peluche.  Es serio y si jugamos con ello, nos quemará.  Creo que Jesús nos indica con claridad qué piensa del pecado.  ¿Qué harás con los próximos versículos? ¿Racionalizas que él estaba exagerando? ¿Más fácil interpretarlo así, ¿verdad?

«Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.  Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno» (Mateo 5:29-30).

El Hombre que no Puede Pecar
El Hombre Que No Puede Pecar

Un comentario sobre “La Influenza Porcina y la Vida Espiritual: Parte II

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  1. Ay, el pecado…
    Qué escandaloso es el dibujo que muestras en este artículo: una persona con actos radicales acerca de su cuerpo y de sus órganos más vitales, sólo para no pecar…
    ¡Qué escandaloso!
    [Aunque es éste el sentido radical de la cristiandad, y por eso mucha gente no quiere seguir a Jesús.]

    Pero, gracias a Dios, sigue siendo más escandalosa la gracia radical de Jesucristo.

    Parafraseando a Pablo: «Cuando el pecado hizo ruido, el escándalo de la gracia fue mayor…» [Rom 5.20]… Y gracias a esa Gracia podemos afrontar al pecado, ya no como juguete, sino como un problema real y serio, pero que podemos vencer cada día.
    Cada día.
    Cada día.

    ¡Amén!

    Un abrazo

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