Escrito por: Paola Martínez
La frase de Agustín de Hipona “La confesión de las obras malas es el primer comienzo de las obras buenas” hace un impacto en mí, ya que a veces los jóvenes de la iglesia a la que pertenezco buscan a alguien que los apoye en situaciones, donde ellos no están seguros de lo que sucede y de lo que quieren hacer. Se encuentran mal delante de Dios y no saben cómo reanudar esa relación.
Esto amplia mi panorama para saber cómo tratar a los adolescentes que se acercan con ese temor y tristeza de confesar sus pecados. He visto como oran después de un mensaje impactante para sus vidas, adoran, sirven, pero después vuelven a su vida anterior.
Al ser una disciplina colectiva, el grupo de liderazgo tendrá que estar preparado para recibir a esos adolescentes y jóvenes, encausarlos, estar dispuestos a que en el momento en que lo necesiten estaremos ahí para ellos.
Creo que lo mejor que podemos hacer como líderes es recalcar que somos sus amigos, y establecer esa confianza para que se acerquen en el momento que necesiten de nuestra ayuda.
La primera impresión que recibí sobre esta disciplina fue algo ambiguo, me pregunté: ¿cómo la confesión puede ser de forma colectiva? En mi pensamiento no cabía la idea de esto. Ya que la confesión no es algo que a todos los agrade hacer, y mucho menos en público; es algo muy íntimo y privado. Pero, en seguida, vi que es porque involucra a alguien más en esa relación entre Dios y la persona. Alguien preparado para ayudar.
Me es difícil pensar en alguna actividad para inspirar a los jóvenes a practicar esa disciplina, más bien creo que se practica cuando se tiene la necesidad de hacerlo, sin embargo como líder tendrá que abrirse esa brecha y lograr una cercanía con el chico y la chica del grupo. Y sobre todo estar preparado para la ocasión.
me encanto este articulo porque esto de los adolescentes es muy complicado y a veces lo único que necesitan es que los escuchen y los amen sigan poniendo de esta clase de artículos para ayudar a nuestros jóvenes
EUNICE GUTIERREZ