Scott Armstrong
Uso aplicaciones en mi smartphone varias horas durante el día. Probablemente tú también.
¿Twitter? ¿Deportes? ¿Conteo diario de pasos? Sí, hay aplicaciones móviles para todo eso.
Pero tú ya sabes eso. ¿Sabías que hay una aplicación para rasurarte virtualmente? ¿Y para ordeñar una vaca? ¿O que hay incluso una aplicación para nada? Es correcto. Literalmente hace nada. La pantalla se vuelve gris y…………hace nada.
Asegúrate de descargarla hoy.
Pareciera que hay una aplicación para todo. Hay millones de aplicaciones para cosas que, verdaderamente, nunca había pensado en toda mi vida.
Pero en lo que se refiere a ministerio, hay áreas a las que las aplicaciones no han llegado.
¿Darme 26 horas del día en lugar de 24? No hay una aplicación para eso.
¿Ayudarme a encajar sin problemas en una nueva cultura en un periodo de una semana? No existe la aplicación.
¿Hacer que mi vecino al final de la cuadra responda al evangelio y ver su vida transformada? No.
Muchas aplicaciones te ayudan a ahorrar tiempo. Pero no te dan más tiempo. El tiempo es el gran nivelador.
Algunas aplicaciones te ayudan a aprender un idioma o descubrir más sobre una cultura o país. ¿Pero el trabajo difícil de pasar tiempo con gente real, comiendo su comida, empezando a amarlos por quienes son, sin motivos egoístas ni etnocéntricos? Eso no es instantáneo.
He explorado muchas aplicaciones que proveen formas para compartir el evangelio, pero no existe ninguna aplicación que garantice la transformación de vida.
La idea de las aplicaciones usualmente es para hacer la vida más fácil. Ellas nos pueden ayudar a que el trabajo se haga, a interactuar con otros, o a divertirnos. Las aplicaciones son formas prácticas para, de alguna manera, asistirnos directamente y agilizar los procesos diarios que algunas veces son complicados.
Pero el ministerio no es así. Honestamente, me vuelve loco.
Recientemente estaba hablando con mi esposa, lamentándome porque la iglesia local que plantamos en República Dominicana no está avanzando como yo quisiera. Supuestamente estamos preparados, somos ministros capaces quienes han sido efectivos en muchos y distintos lugares y ministerios. No solo hemos asistido a los seminarios de entrenamiento sobre cómo impactar la ciudad; ahora ¡nosotros ENSEÑAMOS esos seminarios de entrenamiento! Entonces, ¡¿cuál es el problema?! ¿Por qué no todos los vecinos que amamos, y por quienes nos preocupamos, acuden al servicio cada semana? ¡¿Por qué los nuevos cristianos toman dos pasos hacia adelante y pareciera que dan tres pasos hacia atrás en su caminar con Cristo?! En un nivel menos espiritual, ¡¿por qué nuestras cuentas siempre están en números bajos y por qué ese tonto baño fuera del santuario sigue sin funcionar?! ¡Qué fastidio!
Mucho en nuestra vida está dominado por aplicaciones que nos ayudan a hacer cosas de forma más rápida, más barata y más eficiente. Pero casi siempre el ministerio – si es un ministerio genuino, arduo, y encarnacional – no es así.
Me gustaría que existieran atajos. Pero no existe ninguna aplicación para eso. El Espíritu Santo necesita hacer un trabajo profundo en las vidas de las personas, las finanzas, e incluso en los baños.
Señor, rápido o lento, con o sin aplicación, empieza ese trabajo en nosotros.
Amén, me hizo pensar en mi congregación. Que el señor trabaje en nosotros!