Por Scott Armstrong
Estaba en séptimo grado cuando me llegó la noticia: el nuevo pastor de jóvenes estará en la iglesia este miércoles. Un hombre llamado Ed Belzer. Había escuchado que él era agradable, chistoso, y que realmente amaba a los adolescentes. Pero yo quería verlo con mis propios ojos.
Ese miércoles yo estaba hablando con un amigo en el lobby cuando alguien vino detrás de mí y dio un sofocante “abrazo de oso”. ¿Quién era? ¿Qué es lo que iba a hacer? Me puse alerta. No podía mover mis brazos, así que rápidamente, lo más fuerte que pude, le di una patada al ofensor. Él exhaló muy fuerte y me liberó. Me di la vuelta para ver a nuestro nuevo pastor de jóvenes doblado en el piso. “Hola. Soy Ed,” él hizo una mueca y me dio su mano.
Rápidamente llegué a conocer a este hombre durante los siguientes meses y años. Este extraño a quien conocí tan brutalmente, pronto se convirtió en mi pastor y el hombre a cargo. Antes de saberlo, este líder se convirtió en la persona que más me escuchaba, mientras atravesaba mis momentos más difíciles. Ahora, después de años de compartir y orar juntos, lo considero uno de mis amigos más cercanos.
Creo que eso en parte explica lo que sucede en el pasaje que leemos. ¿Te das cuenta cómo el hombre ciego se refiere a Jesús? En Juan 9:11, él, básicamente, le dice a la multitud que “aquel hombre que se llama Jesús” lo sanó (“Ese hombre que se llama Jesús hizo un poco de barro, me lo untó en los ojos y me dijo: ‘Ve y lávate en Siloé’. Así que fui, me lavé, y entonces pude ver.”). Después, él decide que Jesús es un profeta (v.17). Mientras recibe amenazas y es forzado a luchar con lo que le ha pasado, él valientemente les dice a quienes lo critican que este Jesús, sin lugar a duda, viene de Dios (v.33 “Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.”). Más adelante, este mismo Jesús busca al hombre que sanó y todo el encuentro produce una transformación extraordinaria: “Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró” (v. 38). ¡Wow! ¡En un día, un hombre que había nacido ciego fue salvo de su oscuridad física Y espiritual! ¡Este extraño llamado Jesús se había convertido en su Señor!
¿Dónde estás tú en este camino de descubrir quién es Dios? ¡Sigue buscándole, porque tu relación con Él crecerá más y más con cada día que pase!
*Esta reflexión pertenece a una serie de devocionales escritos por Scott y Emily Armstrong para adolescentes y jóvenes.
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