Escrito por: Leonor Fajardo Espinosa
Richard Foster, en su libro Celebrando a la disciplina, concibe a toda disciplina como una práctica ejecutada con libertad y no como una ley o mandamiento y solamente se convierte en ley cuando hacemos de la disciplina nuestro enfoque central y perdemos la correspondiente libertad. También declara que la disciplina no tiene ningún valor intrínseco, porque son solamente medios para relacionarnos con Dios.
El servicio también es una disciplina y Foster lo clasifica dentro de las disciplinas externas, así como la sencillez, el estudio, el retiro, la celebración entre otras. El servicio debe estar impregnado de humillación, amor, entrega, sacrificio, amor y pasión por Dios y por los que tienen alguna necesidad espiritual, física, económica o afectiva. (Pág. 140)
Foster define el servicio como un estilo de vida y no como una lista de actividades que se realizan, además distingue el verdadero servicio del servicio farisaico, y el primero debe diferenciarse del segundo, como una práctica constante o manera de vivir y no solamente hacer algún bien a alguien por presunción o por ser remunerado económica o bien por recibir un reconocimiento. (Pág. 137)
Jesús nos dio el máximo ejemplo de servicio, cuando lavó los pies de sus discípulos, y nos da el mandato…”Así como yo lo he hecho vosotros también hagáis”. (San Juan 13:14-15). Por eso es importante practicar el servicio porque Jesús lo hizo y Él es nuestro máximo ejemplo de conducta. Es el modelo por excelencia. Jesús lavó los pies de sus discípulos, despojándose de su manto y atándose la toalla, tomó agua en un lebrillo y empezó la tarea de refrescar esos pies polvorientos y cansados, los secó con esa toalla, ¡Que labor tan humillante! pero tan significativa; cubrió una necesidad y realizó un acto sublime. Es simbólico para nuestros tiempos, no es ahora una necesidad, el contexto es diferente, pero sigue habiendo gente cansada y polvorienta por el pecado que necesitan refrescarse en el río de agua viva (Cristo).
Jesús también dijo, si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. El servicio necesita una dosis de sacrificio y abnegación, morir al egocentrismo y al hedonismo, para pensar y hacer obras de servicio y amor para bendecir al prójimo y mostrar el amor de Dios de manera práctica y significativa.
Maneras de practicar esta disciplina: compartiendo la palabra, practicando la hospitalidad abrigando al que tiene hambre y frío, practicando la cortesía sincera y honesta (interesándonos en el dolor ajeno, en sus penas y angustias); reconocer a los demás y afirmar sus valores personales, otro servicio es cuidar la imagen y reputación de los compañeros del camino. Oír atentamente a los demás. El amor por el prójimo inicia escuchándolos y entendiéndolos, llevar las cargas unos por otros, orando y buscando suplir sus necesidades (Santiago 2:8, Gálatas 2:2) y por último menciona Foster, el servicio de compartir la palabra de Dios a quien necesita escuchar las buenas nuevas de salvación. Discipular en un acompañamiento para el nacimiento y crecimiento espiritual y desarrollo integral,
Celebremos a Cristo, siguiendo su ejemplo. Modelemos ese ejemplo a quienes ministramos.
Francois Fénelon dijo: “Feliz el alma que mediante un sincero renunciamiento de sí misma, se mantiene incesamente en las manos de su Creador, dispuesta a hacer todo lo que Él desea, que nunca de decirse un centenar de veces por día: Señor, ¿qué quieres que haga?”
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