Por Ken Childress
“Llevábamos ya mucho tiempo sin comer, así que Pablo se puso en medio de todos y dijo: Señores, debían haber seguido mi consejo y no haber zarpado de Creta; así se habrían ahorrado este perjuicio y esta pérdida. Pero ahora los exhorto a cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida; solo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, y me dijo: ‘No tengas miedo, Pablo. Tienes que comparecer ante el emperador; y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.’ Así que ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo. Sin embargo, tenemos que encallar en alguna isla.” (Hechos 27:21-26)
La respuesta de Pablo fue, “Debían haber seguido mi consejo…PERO.” Pablo estaba tan seguro de lo que había escuchado de parte de Dios, que estaba dispuesto a colocarse en la posición de recordarles lo que les había dicho. Pero él no insistió en eso. Al contrario, inmediatamente él les trajo esperanza. El mismo Dios que le habló del naufragio, era el mismo Dios que les prometió vida y seguridad. La Palabra es coherente en su mensaje – Dios es un Dios de esperanza. Incluso, Pablo les anima a comer en medio de la tormenta.
El siguiente punto es muy interesante para mí: “Sin embargo, tenemos que encallar en alguna isla.” Tendemos a pensar que como Dios trae esperanza, todo será cómodo. En ningún lugar de su Palabra encontramos esta declaración. Encuentro promesas de provisión, consuelo, paz, salvación y perdón. Pero en ningún lugar encuentro que tal vez no terminemos en un naufragio. Dios les dijo a estos hombres, a través de Pablo, que ellos vivirían. También les digo que naufragarían.
Siempre he creído que hay un precio que pagar por ignorar la voluntad y dirección de Dios.
Cuando elegimos pecar contra nuestro cuerpo – naufragamos.
Cuando pecamos con nuestras finanzas – naufragamos.
Cuando pecamos en nuestras relaciones – naufragamos.
Hay un precio que pagar por desobedecer. Pero incluso en ese momento, hay ESPERANZA. Después de la tormenta, los marineros se dieron cuenta que todavía tenían vida y que tenían tierra firme a su alcance.
Dios nos da su dirección para nuestras vidas en su Palabra. Cuando ignoramos esas instrucciones, hay algunas cosas como: oscuridad, depresión, desesperanza. Pero incluso en la oscuridad, hay una luz. Y aunque nos encontremos en un naufragio, su amor es lo suficientemente grande para encontrarnos, salvar nuestras vidas y llevarnos a tierra firme. Una vez que estamos en tierra firme, Él nos provee sustento y la mano de otros que nos ayudan a recuperarnos.
Sí, con Dios aprendemos las lecciones de desobediencia y aprendemos que, no importa lo lejos que estemos, su amor incondicional es capaz de alcanzarnos y salvarnos.
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