Por Dan Reiland
Algunos de nosotros nunca tendremos ese gran talento dado por Dios para «mover a las masas,» pero todos podemos mejorar nuestras habilidades de comunicación pública para satisfacer la necesidad donde Dios nos ha colocado.
No importa si hablas a un salón con 50 personas o 3 mil personas, los elementos fundamentales de buena comunicación son los mismos. Yo no predico mucho, pero enseño mucho. Esto no me deja fuera. Hay profesores aburridos así como hay predicadores aburridos.
Como líderes, todos tenemos la responsabilidad de convertirnos en mejores comunicadores, incluso si la enseñanza no es central en nuestro rol.
¡Aquí están 7 de los errores más comunes, evítalos y te sentirás mejor!
1) Hablar demasiado tiempo.
Una buena regla es mantener tu charla más corta si no es tu don principal. Incluso si eres bueno, establece un límite de tiempo y manténlo. Las personas responden mejor cuando saben con qué pueden contar. En pocas palabras, cuando llegues al final de tus notas, detente.
Si «necesitas» comunicarte durante más tiempo en un ambiente de enseñanza, hay varias cosas que puedes hacer para dividir el tema y ayudarte a mantenerlo más interactivo.
2) No saber cómo cerrar.
¿Cuántas veces has escuchado a un orador que parece ir en círculos para siempre? Querías gritar: «¡Aterriza el avión!» (¡Termina!) Patti, mi esposa, solía tener una señal con la mano que me indicaba que aterrizara el avión.
Cuando escribas tu discurso, tienes que saber hacia dónde te diriges. Ten un propósito singular en mente y responde estas dos preguntas. ¿Qué quieres que ellos sepan? ¿Qué quieres que hagan? Termina con precisión y claridad en tu motivación o desafío espiritual.
Los comunicadores expertos tienen un propósito singular en mente y saben cómo cerrar.
3) Buscando aprobación, en lugar de cambio.
Al igual que un buen liderazgo, la buena comunicación comienza con la autoconciencia. Complacer a los demás y la inseguridad son grandes obstáculos para una buena comunicación. Te preocupas demasiado por lo que la gente piense de ti que te centras en ellos.
Saber quién eres y sentirte cómodo con lo que eres es una parte importante de una gran comunicación.
Los comunicadores que son seguros de sí mismos se mantienen alejados de cosas como la exageración, o forzar el humor solo para hacer reír, y suavizar la verdad.
El objetivo final de cualquier comunicador en la iglesia local es mover a las personas hacia el cambio para su bien, de acuerdo con los valores bíblicos y la vida de Cristo.
4) Demasiado contenido, muy poca aplicación.
A todos nos gusta dejar que nuestro conocimiento bíblico salga de vez en cuando, y obviamente es bueno ser apasionados por las Escrituras. Pero el objetivo de nuestra comunicación no es información; es transformación Eso hace que la aplicación sea increíblemente importante.
Recuerdo que las epístolas son básicamente mitad contenido, mitad aplicación. Menos es más. Francamente, es más trabajo reducir el contenido. Como comunicador, debemos hacer el trabajo, no hacer que los oyentes trabajen para comprender lo que estamos diciendo.
Recuerda, ¿qué quieres que ellos sepan y qué quieres que hagan?
5) Integridad intelectual sobre intensidad espiritual.
El estudio diligente es una parte vital de la buena comunicación, pero la oración trae el verdadero poder que cambia la vida.
Tu preparación en el estudio es una disciplina requerida; no puedes comunicar un sermón o una lección esto. La verdad es que podemos comunicar un mensaje sin oración. Eso da miedo y hace que la charla sea casi inútil en términos de eternidad.
Uno de los atributos que más respeto, y que aprendí de nuestro pastor principal, Kevin Myers, es un profundo compromiso y pasión por la oración. La oración es una parte profundamente integral de tu preparación para comunicar cualquier cosa. Los resultados son obvios.
6) Sin Conexión.
Tu capacidad de ser auténtico y conectarte a un nivel del corazón crea la mejora más notable en tu comunicación.
Las historias son una de las mejores formas de conectar, y puedes aumentar tu conexión mejorando tu capacidad para contar una historia. La autenticidad te hace ganar mucha confianza en la sala.
Leer la audiencia también es clave para que entiendas qué tan bien te conectas. Un «orador público» habla a las personas, un comunicador tiene una conversación con la gente. Él o ella ve y siente la temperatura emocional de la audiencia y ajusta el tono de la conversación a medida que avanzan.
7) Subestimar la importancia de la motivación.
Cuando hay cambio, la verdadera transformación es la meta (Romanos 12:2, Efesios 4: 11-16), simplemente no puedes dejar de motivar a quienes les hablas.
Un buen comunicador siempre da esperanza. Ayuda a la gente a creer que pueden hacerlo, y Dios los ayudará con la parte que no pueden hacer solos.
No se trata de pelusa, cristianismo light (ligero) o gracia barata. La motivación se necesita para inspirar a la gente primero a querer cambiar y, en segundo lugar, elevar la confianza en sí mismo lo suficiente como para intentarlo.
Este artículo fue publicado originalmente: danreiland.com
Deja una respuesta