Muchos lectores de este blog han visto las noticias y saben que Nicaragua está en un punto de crisis. Miles de manifestantes han marchado en la capital nicaragüense Managua y otras ciudades por la democratización del país. Los manifestantes bloquearon las carreteras principales, mostrando pancartas y cantando consignas.
Semanas de protestas antigubernamentales han provocado la muerte de al menos 76 personas en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Cuatro personas murieron en enfrentamientos el sábado, dicen la policía y testigos.
Ayer y hoy he estado en contacto con Rev. María Antonia Ponce, la superintendente del Distrito Central de Nicaragua. Aunque yo había escuchado reportes de persecución de nuestras iglesias nazarenas, ella asegura que hasta hoy no ha habido ningún ataque a las iglesias. Pero la situación sigue siendo crítica. “Cada día es un despertar incierto,” Ponce dice. “Son muchos los muertos, todos jóvenes, la mayoría estudiantes de las diferentes universidades.” Ya ha pasado un mes de los primeros conflictos y la superintendente ruega que los miembros nazarenos de la Región Mesoamérica y de todo el mundo intercedan por ellos y su país.
“Nos sentimos muy tristes, porque hace más de un mes estamos bajo una gran presión por los disturbios que se han dado en Nicaragua. Hoy tristemente y por primera vez, con lágrimas en los ojos, hemos cerrado las oficinas distritales y han quedado bajo el amparo del altísimo y sabio Dios. No queremos seguir exponiendo nuestras vidas y optamos por salir, entre el fuego cruzado de la policía y los estudiantes. Hay varios heridos y no queremos pasar a la lista de fallecidos. Nos duele la situación y pedimos que, como cuerpo de Cristo, nos unamos en oración por la paz en Nicaragua.”
A pesar de todo lo que está sucediendo, Ponce expresa gozo en el espíritu generoso de los nicaragüenses. En medio del dolor, falta de trabajo, y hasta cancelación de cultos (por seguridad, en Managua, Masaya, y León, sólo hay servicios los domingos por la mañana), las iglesias están recaudando la ofrenda para sus hermanos cubanos, quienes sufrieron después del accidente de avión hace dos semanas. “Es un honor y una bendición para nosotros poder ayudar en medio de nuestra propia crisis,” ella declara.
Nuestros hermanos en Nicaragua necesitan nuestro aliento y apoyo espiritual. Aunque se han sentido solos en estos momentos, saben que están conectados a toda una denominación global que les está levantando.
Oremos por la paz de Nicaragua. Oremos que se haga la voluntad de Dios en ese país, así como en el cielo. ¡Nicaragua, estamos con ustedes!
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