Por Freya Galindo Guevara
Hay algunos chistes que empiezan más o menos así: “Estaba un chino, un estadounidense, un mexicano y un español, cuando de repente…” El punto de estas historias es mostrar con exageración las diferencias entre nacionalidades, y mencionar las impresiones o clichés que se tienen de las personas que pertenecen a esos países.
En la actualidad, gracias a fenómenos como la globalización, encontramos a personas de lugares distantes y distintos en el mundo viviendo en una misma ciudad, incluso en un mismo vecindario. Uno puede adivinar que alguien es extranjero porque su aspecto físico o su ropa son diferentes, o también porque habla en otro idioma. Es fácil marcar las diferencias que saltan a la vista entre una persona y otra, mayormente cuando son de otro país que no es el nuestro.
En muchas ocasiones el mundo resalta las diferencias entre razas, culturas o nacionalidades, solo para dividir, discriminar o ridiculizar; y como siempre Dios nos muestra que en su Reino no es así. Él ha puesto belleza en la diversidad, ¿imaginas si todos fuéramos exactamente iguales? Creo que sería muy aburrido.
Llegará un día en que toda esa diversidad de grupos humanos que han existido en la tierra, aún siendo de diferentes países, razas, idiomas y pueblos, estarán juntos haciendo una misma cosa: “…delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritando a gran voz: ¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!” (Apocalipsis 7:9-10).
Mientras ese día llega, aprendamos a apreciar la diversidad que Dios ha creado, pues ese ha sido su plan desde el inicio. Reconozcamos que somos diferentes, pero que eso no nos separe, al contrario, que sea lo que nos una cuando buscamos adorar al mismo Dios.
*Freya Galindo sirve como misionera con la Iglesia del Nazareno y es coordinadora de Misiones Globales para el Área Central: Costa Rica, Cuba, Panamá, Puerto Rico y República Dominicana.
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