*Esta es la continuación del artículo publicado en la entrada anterior.
2. Cuando ministremos a los adolescentes debemos poseer un Compromiso con el Carácter y la Consistencia.
Esto tiene que ver con las expectativas.
Estoy asombrado de escuchar en qué tan bajo concepto tienen algunos de mis amigos y colegas a nuestros adolescentes. «El mundo es diferente a como lo era veinte años atrás. ¿Cómo esperar que estos niños hagan algo que valga la pena y que dure?». Algunos incluso han dicho que la santidad no es para los niños y adolescentes –¡no es posible para ellos con su inmadurez y por todo lo que el mundo les ofrece!
Permíteme sugerir algo radical aquí: Que el, «sean santos como yo soy santo», ¡también es posible para nuestros adolescentes!. Virtudes como la integridad, pureza y, sí, consistencia, son realmente realizables para un Ted de trece años o para una Kami de catorce. Es asombroso lo que los adolescentes pueden hacer cuando saben que otros dependen realmente de su carácter y consistencia. He visto a Manolo, un adolescente de 14 años de Guatemala llegar primero al ensayo del grupo de alabanza y ha empezado a liderar un estudio bíblico en su casa, aun cuando sus padres no quieren tener nada que ver con la iglesia. He visto a David, que tiene también catorce y es de Costa Rica, pasar su primer año en el grupo de jóvenes haciendo garabatos con el papel que se desecha y ahora es el primero en terminar su curso discipulado y clases de los Artículos de Fe.
Es mejor poner altas expectativas y decepcionarnos de vez en cuando a tenerlas bajas y estar llorando constantemente por la mediocridad de nuestros jóvenes.
3. Ministrar a los adolescentes requiere de un Compromiso con el ministerio cristiano.
En Latinoamérica, muy pocas iglesias tienen un pastor asalariado de tiempo completo, por no hablar de un pastor de jóvenes de cualquier tipo. Y más de los dos tercios de la población mexicana y centroamericana son menores de treinta. Imagina, ¡qué tipo de iglesia local crea esto!
En la mayoría de las iglesias de las que he sido parte en los últimos quince años, ha habido un buen número de adolescentes enseñando en la Escuela Dominical, sirviendo como ujieres dando la bienvenida a las personas que entran a la iglesia, tocando o cantando en el grupo de alabanza, etc. En varias congregaciones, ¡me he asombrado de ver a jóvenes de doce o trece años a los que les permiten predicar! ¿Por qué es este el caso? Si vives en un vecindario donde hay niños y adolescentes, es mejor que tu iglesia se llene de jóvenes y niños y en tus equipos ministeriales debe haber niños y adolescentes.
Este fenómeno no solo está limitado a las paredes del templo. Nuestro ministerio actual en Latinoamérica busca entrenar misioneros de este lugar para plantar iglesias y evangelizar. Parte de eso es proveerles de oportunidades para ser voluntarios en un corto tiempo donde puedan probar su llamado. ¿Entonces qué pasa cuando los adolescentes – aún cuando las políticas dicen que ellos no pueden ser misioneros voluntarios debido al seguro u otros problemas importantes- deciden que quieren plantar iglesias como parte de uno de esos equipos? Elisa (doce años) y otros adolescentes me han enseñado mucho acerca de su misión y pasión al tocar puertas y dormir en pisos en las colinas de las colonias rurales en México.
Incidentalmente, esto no puede ser explicado solo por la diferencia de culturas. Podría hablar de Julie y Jeremy en los suburbios de USA, que como adolescentes tienen sus peculiaridades como cualquiera, pero sirvieron en nuestro concilio de jóvenes y quienes testificaban constantemente de su fe en la escuela. Cuando la consistencia es esperada, las vidas pueden ser cambiadas desde Peoria a Panamá.
De alguna manera estoy un poco apenado al pensar en retrospectiva en mis días como pastor de jóvenes, cuando permitimos a los adolescentes tener su noche juvenil, donde ellos dirigieron el «gran servicio». En realidad es una gran idea, por supuesto, es una fantástica manera para capacitarles en el ministerio. Pero, ¿quién dijo que los adolescentes deben ser relegados a los temas de las noches? ¿Qué dice esto cuando tenemos ministerios enteros para y por ellos, y ni siquiera les permitimos ministrar con nosotros en el día a día de la vida de la iglesia?
Como vieron, el nombre de este artículo es «¿Qué hacer con Paquito?» Si Paquito tiene trece años y constantemente actúa como si se hubiera tomado diez latas de Mountain Dew (un refresco americano), la pregunta es un dilema. Pero quizá la respuesta pueda ser hallada en un profundo compromiso con la comunidad, carácter, consistencia y ministerio cristiano.
Mientras termino este artículo, tengo que aclarar que mi intención aquí no ha sido criticar a alguien. Reflexionando en mi ministerio por más de veinte años, he sido criticado por mis propias deficiencias y errores. Ministrar a adolescentes es una aventura que requiere muchos hombres y mujeres llamados por Dios y que sean apasionados por amar y discipular a este grupo. Me quito el sombrero ante todos ustedes y considero un privilegio ministrar con ustedes y con ellos.
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