Un Lugar Ordinario Para un Encuento Extraordinario

Por: Joselyn García

Era un día normal, soleado como la mayoría de los días en la ciudad de Panamá.  Salimos de nuestra casa y caminamos largas cuadras hasta llegar a la parada del bus.  Después de alrededor de 15 minutos de trayecto, caminamos 3 cuadras más al bajarnos.  Por fin llegamos a Carrasquilla, un vecindario donde la mayoría de las casas están muy cercanas y no hay mucha distancia de un cuarto a otro.  En este lugar teníamos un grupo grande de niños a los cuales cada semana visitábamos para llevar a cabo la sala de tareas. El sábado era el día favorito de todos, por el club infantil.

Ese día íbamos precisamente para visitar las casas de los vecinos de los niños. Cargábamos despensas con nosotras, e íbamos casa por casa tocando la puerta para alegrar la tarde de alguien y así mismo bendecirlos.  Así fue como conocimos a Heiby, una mujer joven de Nicaragua que tenía ya tiempo de vivir en Panamá.  No la habíamos conocido antes porque trabajaba mucho.  Cuando llegaba a descansar, estaba en su casa y no salía.  Sin embargo, ese día que llegamos a su casa, abrió su puerta, nos sonrió, y nos dijo: “muchas gracias”.  Al entregarle la despensa cruzamos unas pocas palabras y nos fuimos.  Llamó mucho mi atención, pues no la había visto y teníamos varios meses de visitar ese lugar.

Pasaron algunos días y volvimos a encontrar a Heiby en su casa.  Tratábamos de ser amigables con ella y conversar más.  Recuerdo que tuvimos otros 2 o 3 momentos similares hasta que un día decidimos invitarla al parque, justamente a un lado del vecindario.  Nos sentamos en una banca con ella.  Así supimos la historia de Heiby y cómo había llegado a Panamá.  Nos abrió su corazón, comentándonos que estaba pasando por situaciones difíciles y que se sentía sin un propósito.  Muchas veces se sentía deprimida y sin ganas de nada, no convivía mucho con nadie; incluso nos comentó que ni un psicólogo podría ayudarle.

Todo esto sucedió en el parque.  Comenzamos a contarle que nosotros conocíamos a alguien, que para esa persona no había nada imposible.  Le contamos un poco de nuestro testimonio y cómo esa persona nos rescató y nos ayudó a seguir adelante.  Sobre todo, le relatamos que ahora tenemos una esperanza, y se llama Jesús.  Estábamos seguras que Él también podría ayudarle.  Heiby mostró interés, así que desde ese momento comenzamos un estudio con ella basado en el material: “Una Vida con Propósito”.

Pasamos varios meses conversando con Heiby en la banca de aquel parque.  Ese lugar se había convertido en un lugar de encuentro, no solamente con las dos misioneras, sino también con Jesús.  No fue nada fácil, había preguntas y dudas, pero sabíamos que el tiempo era de Dios.  Simplemente seguíamos sembrando su Palabra en el corazón de Heiby.

Llegó el momento de que las misioneras nos tuviéramos que despedir de ese querido lugar donde habíamos servido durante 2 años.  Gracias a Dios, ya estábamos celebrando reuniones cada domingo para alabar y glorificar a Cristo.  La gente del barrio oró por nosotras: cada niño y algunos adultos nos daban palabras de ánimo, agradecimiento, y fe.

Justo cuando todo el lugar se quedó en silencio, pues la despedida era difícil, alguien se puso de pie y dijo que no podía quedarse callada sin decir unas palabras.  Era Heiby.  Ella estaba ahí como parte de la iglesia ahora: una mujer que irradiaba una sonrisa y paz, una mujer hermosa, y lo podías notar apenas la veías.  Aún más hermoso era su interior y su corazón transformados por Dios.

Comenzó a decir que agradecía a Dios por haber conocido a esas dos mujeres que le presentaron a Jesús, que la entendieron, la apoyaron, y que fueron sus amigas.  Confesó que nos subestimó por tener menos edad que ella, pero terminó asombrada por conocer nuestros corazones llenos de amor.  ¡Testificó que ahora era una mujer diferente, pues tuvo un encuentro transformador con Jesús!

Si me preguntas dónde fue que Heiby llegó a ser cambiada, diría que fue en una banca simple, en un pequeño parque al lado de su vecindario.  Ese lugar había llegado a ser un santuario de aprendizaje, adoración, y transformación para Heiby e incluso para nosotras.

¿Cuál es tu lugar de encuentro ahora? ¿Qué lugar cotidiano y muy normal quisiera Dios convertir en un punto de encuentro con lo sobrenatural?

 

 

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