Por: Rev. Yeri Nieto
Lectura: I Corintios 15.20-26
Cuando el guerrero Josué inició su ministerio al frente del pueblo hebreo, Dios habló con él y le expresó una de las frases que más repetimos en la iglesia: «Esfuérzate y sé valiente». Pero si leemos Josué 1.1-9 notamos que esa petición de Dios fue porque Dios mismo ya le había dicho a Josué que ese esfuerzo, al frente del pueblo, era lo único que ellos iban a hacer –ya que «la tierra prometida ya Él se las había entregado», e incluso anticipadamente le dijo que Josué «repartiría toda la tierra como heredad».
La vida cristiana es igual, según leemos con el apóstol Pablo en Corintios. Lo que pide el apóstol a la iglesia al inicio del texto, es que nosotros tenemos que «mantenernos firmes» (I Corintios 15.1), y luego nos dirá por qué: Tenemos que mantenernos firmes ¡porque Cristo ha resucitado!
Dios nos regala una promesa: la resurrección; y cuando Dios promete algo, lo cumple. La resurrección se constituye como la victoria final de la vida cristiana. Y por eso la resurrección es lo que nos mantiene firmes, esforzados y valientes. Todo sufrimiento, todo proceso de dificultad, todo desierto y todos los conflictos que pasamos en esta tierra, los afrontamos con la mente en el final; porque el final es victorioso para nosotros.
¡No habrá derrota!, porque Dios nunca pierde sus batallas. ¡No habrá dolor!, sino que Él mismo secará todas las lágrimas. ¡Ni siquiera necesitaremos de sol!, porque Dios iluminará con su presencia nuestra nueva realidad (Apocalipsis 21.2-5). Pablo menciona que inclusive la muerte será derrotada. ¡No habrá muerte! Todos nuestros enemigos, todos esos acontecimientos que nos asustan y nos causan terror, estarán debajo de los pies de nuestro Señor.
Si mantenemos la mente en este final, sabiendo que «Dios hará nuevas todas las cosas», entonces sin duda viviremos y experimentaremos la resurrección de Jesucristo este día.
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