La Cuaresma: Unidad en Lugar de División

Por: Josué Villatoro

La Cuaresma, estación del Calendario Cristiano que estamos celebrando en estas semanas, es, quizá, uno de los más grandes motivos de controversia, discusión y polémica en el mundo cristiano protestante.

Esta conmemoración cristiana, que comienza en el Miércoles de Ceniza, es una invitación franca y directa a todos los que la observamos, para preparar nuestro corazón, nuestra mente, nuestro tiempo, todo nuestro ser, y celebrar la Semana Mayor de la mejor manera posible. Estos días nos retan a hacer en nuestra vida los arreglos necesarios para celebrar, con un corazón recto y una consciencia tranquila, los eventos de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La temporada de Cuaresma nos invita a practicar la confesión de pecados, el perdón, el ayuno, la armonía, la hermandad, la compasión, entre otras disciplinas espirituales. ¿No te parece una idea extraordinaria, y digna de ser tomada en cuenta?

Sin embargo, a pesar de que pudiese ser un tiempo de unidad, armonía, y búsqueda conjunta de la imitación de Cristo, se ha vuelto lastimosamente en muchos círculos un tiempo de confrontaciones y señalamientos entre diferentes grupos dentro de la misma familia de Dios.

Por un lado, aparecen quienes están en contra de la celebración de la Cuaresma, porque piensan que es una celebración exclusiva de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Estos hermanos quizá no han tenido la bendición de estudiar la historia de la iglesia, desconocen que la Declaración Histórica de la Iglesia del Nazareno dice, y cito, que “nuestra iglesia recibió los credos ecuménicos de los primeros cinco siglos cristianos como expresiones de su propia fe”. Si exploramos estos siglos, encontraremos que el Primer Concilio Niceno (realizado en 325) marcó un énfasis importante para la Cuaresma: un tiempo de búsqueda especial de Dios, de arrepentimiento y de preparación para celebrar la Pasión y Muerte del Señor Jesucristo; y, que algunos años más adelante, en 384, la Cuaresma tomó un sentido de mayor penitencia, ayuno y reflexión para la Iglesia Cristiana, y el inicio de la Cuaresma comenzó a tener mayor relevancia. Sin embargo, a pesar de las evidencias históricas, estos hermanos pretenden defender la fe, argumentando que, quienes observamos la Cuaresma, seguimos “argumentos de hombres”, somos “falsos profetas”, y hasta nos llaman “hipócritas”.

Por otro lado, están quienes, observan la Cuaresma, realizan cultos o actividades especiales en su iglesia o casa, y tratan de enseñar la observancia de esta temporada. Sin embargo, en su afán de defender lo que es correcto en su perspectiva, y en su intención de mostrar que saben más que otros, lanzan improperios contra quienes piensan distinto a ellos, llamándolos “ignorantes”. Algunos realizan comentarios irónicos o lanzan bromas hirientes, y tratan de mostrar que ellos sí van por el camino correcto, y de hecho que ellos están varios pasos por delante de los demás.

Ambos grupos olvidan algunos aspectos elementales de nuestra fe:

  • El mandato de Jesucristo es, en primer lugar, el de amarnos unos a otros (Jn. 13:34).
  • El mismo Señor nos ha invitado a tener cuidado de llamar ignorante a alguno de nuestros hermanos (Mt. 5:22-24).
  • La invitación apostólica es que nuestra actitud sea como la de Cristo (Filipenses 2:5).
  • Jesucristo, al orar por nosotros, pidió por nuestra unidad (Jn. 17:21), y dijo que esa sería la única manera en que el mundo le conocería (Jn. 17:23).
  • El apóstol Pablo, al defender su ministerio, mencionó que no había predicado con argumentos intelectuales o humanos (1ª Corintios 2:4), sino que su predicación era Cristo, y este crucificado (1ª Corintios 2:2).

Tú, que lees hoy estas palabras, para los propósitos de este artículo, no importa qué pienses respecto a la Cuaresma, si estás a favor o en contra de ella, si gustas celebrarla o no. Si la celebras, respeta a quien no lo hace, es tu hermano. Si no la celebras, respeta a quien lo hace, es tu hermano. ¿Quieres defender tu fe? Hazlo teniendo la actitud de Cristo, comportándote como el Señor, y amando a tus hermanos. Hazlo practicando la humildad, el perdón, la confesión, y la reconciliación. Ese es el verdadero sentido de la Cuaresma.

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