Martín Lutero y el Sacerdocio de Todos los Creyentes

Por: Scott Armstrong

El siguiente es el segundo de una serie basada en una conferencia sobre la Reforma del teólogo H. Ray Dunning y reformateada para el podcast Holiness Today. El primer artículo trataba sobre Martín Lutero y su comprensión de la justificación solo por la fe.

Martín Lutero revolucionó la fe cristiana mediante el concepto del sacerdocio universal de todos los creyentes. ¿Qué significa eso? Bueno, cualquier estudiante principiante podría decirte que esto significa que cada cristiano puede acudir a Dios por sí solo sin la necesidad de un intermediario humano.

Sin embargo, ese punto era secundario para Lutero. Lo que realmente quería transmitir con esta idea era que el sacerdocio no se limitaba a la jerarquía: el ministro parroquial no era el único que podía escuchar la confesión y pronunciar la palabra humana de la absolución. Esa era la prerrogativa de todo creyente. Su forma sorprendente de expresar esta verdad fue que cada uno debe ser un Cristo para su hermano. En relación con el prójimo, ninguna persona o grupo puede pretender ser canal especial de gracia. Todos somos sacerdotes al mediar a Cristo ante nuestros semejantes, prójimos en el sentido más profundo del término.

Esta idea se convirtió en la base de Lutero para revolucionar el concepto de ministerio. Antes, se pensaba que el clero era más santo que los laicos o, por el contrario, que los laicos eran cristianos secundarios y solo los ministros hacían la obra de Dios. La transformación de esto por parte de Lutero es lo que comúnmente se llama la doctrina de la vocación. Ahora bien, uno puede ser igualmente cristiano en toda vocación decente. Ningún llamado es más alto que otro. El zapatero que ejerce su llamado con responsabilidad cristiana está haciendo su tarea sujeto a Dios con el mismo significado que el ministro que actúa en la iglesia. La diferencia entre el zapatero y el ministro es de función: están igualmente sujetos a Dios, y ambos están llamados a pensar en su fe cristiana, a alimentarla y a dar testimonio a los demás siendo cristianos en sus tareas.

Permítanme continuar con este concepto protestante del ministerio. Puesto que no es un llamado a una santidad superior sino un llamado a desempeñar una función particular en la iglesia, implica que un hombre no es colocado en el púlpito principalmente por su espiritualidad (aunque ésta no puede faltar), sino más bien porque está capacitado para desempeñar esa función. En otras palabras, el concepto protestante de ministerio excluye la idea de un ministro sin educación o capacitación. El mero hecho de que estés leyendo estas palabras es una indicación de que estás tomando en serio ese llamamiento.

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