Esta es la continuación del artículo anterior.
Por Rev. Howie Shute
La palabra Griega usada en los manuscritos originales para “el lugar de más adentro” fue usada solo en otra ocasión en el Nuevo Testamento. Esa misma palabra se encuentra en Hebreos 6:19, donde el escritor a los Hebreos menciona la frase hasta dentro del velo. Quizás recuerdes que esa es una referencia al lugar santísimo. Aquí es donde Dios reside, en la recámara de más adentro del templo. Solo el sumo sacerdote podía entrar a esa recámara y solo una vez al año para ofrecer sacrificios por la gente. La tradición nos dice que no entraba a esta recámara de más adentro hasta que se le ataba una cuerda a la pierna. En caso de que el sumo sacerdote no lograra salir vivo después de estar en la presencia de Dios, podía ser jalado hacia fuera del lugar santo por medio de la cuerda. No había otra forma de recuperar su cuerpo muerto, si el Señor lo derribaba a causa de sus pecados. Nadie podía entrar a ese lugar santo. Era la recámara de más adentro del Señor.
No creo que el uso de esa misma palabra Griega para “lugar de más adentro” en estos dos pasajes del Nuevo Testamento sea accidental. Pienso que el Espíritu Santo usó ese mismo término Griego para enfatizar las declaraciones. Es por eso, que aun en la celda de más adentro Pablo y Silas estaban en un lugar santo.
Sin importar la situación en la que te encuentres Jesús está contigo cuando le adoras. El hoyo infernal donde estás puede ser un lugar de adoración. Deja que el mundo arroje toda su oscuridad y aislamiento, que las aguas del drenaje e incluso las ratas circulen alrededor, aun así viviremos victoriosamente en la presencia de Jesús.
Cuando el mundo nos mire y nos vea adorando y alabando a Jesús en cada circunstancia de la vida, tomarán nota. Las Escrituras señalan que mientras Pablo y Silas estaban adorando al Señor en medio de sus circunstancias, los presos los oían. (Hechos 16:25).
Y también el Señor. Él provocó un violento terremoto en aquel lugar, sacudiendo los cimientos mismos de la prisión. Las puertas se abrieron, las cadenas se cayeron, los prisioneros fueron salvados. El carcelero buscó a Dios y junto con toda su casa se volvieron seguidores de Jesús. Eso es lo que sucede cuando la presencia de Jesús está en nuestras vidas. Cuando Él manifiesta su presencia, no solamente tenemos una relación más íntima con Él, nuestras vidas son transformadas.
Empecemos a adorar al Señor con más pasión que antes. Nuestra adoración del domingo por la mañana debe estar llena de alabanza. Los creyentes debieran estar de pie alrededor del altar incluso antes de que comience el servicio, alabando a Jesús. Deberíamos entrar al santuario con reverencia y expectación de encontrarnos con Dios. Empecemos nuestro servicio de adoración con alabanza apasionada y permitamos que ese espíritu impregne cada actividad de nuestro tiempo juntos. Es más, alabemos mientras caminamos y adoremos a nuestro Salvador cada día a cada momento. La Biblia dice que Dios habita en las alabanzas de su pueblo (Salmo 22:3). Así que adorémosle. Hagamos esa actividad el centro de nuestras vidas. El fruto llegará solo.
Encuentra el calabozo de más adentro. El compañerismo con Jesús es rico. No solo serás transformado, sino que otros que son prisioneros de las circunstancias de sus vidas también encontrarán libertad de su cautividad.
Dios trabaja en nuestra iglesia y comunidad. Mantén los ojos abiertos para el trabajo del Señor. Quizás los veas moviéndose en los lugares más inesperados.
Este mes puede ser tu mes para reavivar tu calabozo de más adentro.
¡Qué su unción caiga sobre ustedes en formas poderosas capaces de transformar vidas!
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