Persecución, Resurrección y Vida

Por Eugenio Duarte
Superintendente General de la Iglesia del Nazareno

Sobre un librero en mi estudio, tengo un recordatorio para orar por los cristianos perseguidos: es una jarra que recibí en una conferencia misionera. En un costado se puede ver un rostro humano incógnito, y en el otro la reflexiva y provocadora pregunta: “¿Y qué si tú fueras uno de ellos?”

Ese rostro humano representa a aquellos que están literalmente: atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos (2 Cor. 4:8-10). La pregunta está dirigida a los corazones bondadosos del resto de nosotros: ¿Qué se siente beber de esta jarra?

Aunque sé que cada seguidor de Jesús es probado, estoy agradecido por la libertad de adorar y compartir el evangelio. Me doy cuenta que mi sufrimiento no puede ser comparado con el de la iglesia perseguida. Tengo mucho que aprender de estos cristianos y su devoción al Señor. Es algo reconfortante pensar que mis oraciones pueden ser un ministerio crucial para mis hermanos y hermanas perseguidas.

El enemigo ataca a la iglesia por ambos lados: la persecución y el frente de oración, y a menos que los discípulos libres y los perseguidos compartamos acerca de la muerte de Jesús y la revelación de Su vida, estamos fallando en ser parte de Su Iglesia.

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En ambas situaciones, la fuerza viene de la muerte y la vida de Jesús. La crucifixión y la Resurrección de nuestro Señor alimentan nuestra perseverancia. Justo antes de la Crucifixión, los discípulos de Jesús temían por sus propias vidas, y parece que nada cambió inmediatamente después de ese evento. Ellos estuvieron escondidos hasta que fueron capaces de pasar un tiempo con el Señor Resucitado. Sólo la vida de Jesús les haría posible convertirse en valientes testigos, sin importar la persecución. Y no solo eso, al final, todos ellos dieron su vida por el evangelio. Nada sino la Resurrección de Jesús puede producir un cambio tan maravilloso.

En su libro: “Man’s Search for Meaning”/ (“La búsqueda del hombre por el significado”), Viktor Frankl escribe desde su perspectiva como psiquiatra y sobreviviente de los campos de concentración Nazi, para argumentar sobre lo que él llama: “el optimismo trágico”. Este es el potencial humano para transformar el sufrimiento en logros, y la vida transitoria en acción responsable. “Comparto el clamor del Apóstol Pablo: “y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte…”

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