Por Scott Armstrong
“Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló delante de él y le dijo: «¡Mi hija acaba de morir! Pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir.» Jesús se levantó y se fue con él. Sus discípulos también lo acompañaron. En el camino, pasaron por donde estaba una mujer que había estado enferma durante doce años. Su enfermedad le hacía perder mucha sangre. Al verlos pasar, la mujer pensó: «Si tan sólo pudiera tocar el manto de Jesús, con eso quedaría sana.» Entonces se acercó a Jesús por detrás y tocó su manto. Jesús se dio vuelta, vio a la mujer y le dijo: «Ya no te preocupes, tu confianza en Dios te ha sanado.» Y desde ese momento la mujer quedó sana. Jesús siguió su camino hasta la casa del jefe judío. Cuando llegó, vio a los músicos preparados para el entierro, y a mucha gente llorando a gritos. Jesús les dijo: «Salgan de aquí. La niña no está muerta, sino dormida.» La gente se rió de Jesús. Pero una vez que sacaron a todos, Jesús entró, tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. Todos en esa región supieron lo que había pasado” Mateo 9:18-26 TLA.
¿Dónde te ves a ti mismo en esta historia? Cada personaje tiene un pasado diferente, una necesidad diferente, y reacciona de distinta forma ante a las circunstancias que lo rodean. Quizá te identifiques con la mujer enferma que desesperadamente desea tocar a Jesús. Quizás te veas a ti mismo como el dirigente judío que no se preocupaba tanto de sí mismo como los que estaban con él. ¡Qué gran fe tenía para creer que Jesús podía traer a su hija de vuelta!
Personalmente, me identifico más con los que lloraban (vs. 23-24). No porque esté regularmente triste o algo por el estilo. Pero soy bastante realista y usualmente me gusta ayudar a la gente. Verás, en los días de Jesús, los que lloraban tenían un propósito muy importante. Cuando había una muerte en la familia, los parientes se reunían y llamaban a personas que lloraran para ayudar en el proceso de duelo. De hecho, se requería tener a varias personas que lloraran en voz alta y que cantaran. Aunque eso nos parezca extraño en nuestros días, ellos ayudaban a la familia a liberar los sentimientos de desesperación y dolor que experimentaban.
Así que si yo soy un llorón profesional, estoy haciendo lo que se supone que haga aquí en el versículo 23. Es mi trabajo ayudar a estas personas en el momento más difícil de sus vidas. Entonces, justo cuando ya estaba metido en mi personaje, este hombre llamado Jesús viene y dice que la niña está solamente dormida. Lo siento, pero tengo que reírme. ¿Acaso está loco? Yo sé lo que ven mis ojos. La niña está muerta. No hay esperanza. Es mejor ayudar a la familia en su proceso de duelo.
Pero la visión de Jesús es diferente. Suceden milagros cuando Él está alrededor. Las mujeres enfermas son sanadas. Los muertos son resucitados. Cuando entra en escena, la transformación y sanidad se hacen presentes.
El mundo está lleno de muerte, desesperanza y enfermedad. ¿Cuál será tu reacción a la desesperación que está a tu alrededor? ¿Irás por la vida de la manera usual u orarás, planearás y esperarás que Dios haga un milagro en la más difícil de las situaciones?
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