Por Ken Childress
1 Crónicas 15:29 (NVI) – “Sucedió que, al entrar el arca del pacto del Señor a la Ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, se asomó a la ventana; y, cuando vio que el rey David saltaba y danzaba con alegría, sintió por él un profundo desprecio.”
Encontrar un lugar para la adoración es una experiencia maravillosa. Algunas veces un lugar de adoración se encuentra bajo un viejo árbol cerca de un arroyo o lago. Algunas veces en el medio de un lugar de trabajo ruidoso. Algunas veces en un servicio de la iglesia. A menudo encuentro un lugar de adoración y soledad debajo de enormes árboles de roble en un cementerio, no lejos del lugar donde yo crecí, en el noroeste de Indiana. Es un lugar muy silencioso y algunas veces parece que pudieras escuchar la voz de Dios hablando a través de los árboles.
En esta escritura en particular, David tenía una actitud de celebración. Él había reunido a casi todo el mundo, incluidos generales, sacerdotes, cantantes, oficiales de alto rango, y gente común – todos llegaron para celebrar la colocación del Arca del pacto. Fue una gran celebración – cantos, danza, trompetas, arpas, gritos y más. El ruido debió ser algo impresionante para escuchar. David estaba entrando mientras que la celebración se acercaba al Templo y a la carpa donde el Arca sería colocada. De repente, Mical, la hija de Saúl, ve a David danzando en la calle. La Palabra dice que sintió por él un profundo desprecio. Puedo pensar en razones por las que ella sintió eso, pero realmente ese no es el punto que quisiera explicar esta vez.
El punto hoy es este, el pueblo de Dios estaba celebrando y ella se apartó con un sentimiento de desprecio. Por la razón que sea, ella se perdió de dos cosas. Número uno, se perdió de una maravillosa celebración de adoración a Dios. Ella se perdió de la pasión y maravilla de este asombroso día. Ella se perdió de la visita del Espíritu de Dios a su pueblo. Qué terrible perderse algo así – todo porque sintió desprecio por David. Número dos, probablemente ella no guardó silencio ante su desprecio – la gente que desprecia a otros, muy rara vez mantiene sus sentimientos en secreto. ¡Amén! Al compartir su desprecio con otros, ella fue una aguafiestas en el desfile de celebración y adoración, y envenenó las mentes de aquellos con quienes habló.
No es una imagen bonita, y aun así se repite en la historia moderna. Puedo pensar en muchas veces donde nosotros somos los aguafiestas de una celebración de adoración, simplemente porque pensamos que ellos están demasiado entusiasmados. O quizá son muy ruidosos con sus cantos y su actitud de celebración. O tal vez están cantando canciones que no disfrutamos. O están danzando y nosotros no. O quizá – estamos celosos porque, personalmente, no hemos tenido una visita del Espíritu Santo, en mucho tiempo.
Espero que no seamos como Mical. Sería bueno mirar con asombro mientras Dios trae su Espíritu a un evento o a una persona; en lugar de despreciar ese momento, únete a la celebración. ¿Cuántas visitas nos perdemos por tener un espíritu de desprecio?
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